Interesante
libro escrito por el profesor norteamericano Michael Sandel en el que se reflexiona sobre las esperanzas y las
amenazas de la ingeniería genética.
Los
avances en esta ciencia y la posibilidad tanto de curar enfermedades como de
acabar clonando seres humanos o crear personas a la carta hace que sea
imprescindible meditar sobre un asunto que puede tener graves consecuencias en
un futuro no muy lejano.
El
autor nos sitúa claramente ante los dilemas morales, presentando las posturas a
favor y en contra de la manipulación genética, la de quienes consideran
positivo mejorar a los seres humanos en todos sus aspectos, desde la
inteligencia hasta la altura, la fuerza física, la salud… y la de quienes lo
consideran negativo, pues consideran, por una parte, que se podría dañar la
autonomía, libertad e igualdad entre los seres humanos, con el peligro de
llegar a crear granjas de embriones a los que manipular o dividir a la
población en dos castas, la de quienes tuvieran medios para crear hijos a la
carta, y la de los que no los tendrían.
Sin
embargo para Sandel la crítica a la ingeniería genética en lo que no sea cura o
mejora de enfermedades no debería centrarse en la falta de autonomía o equidad,
argumentos habituales en sus oponentes sino en los de la defensa del don frente
al dominio.
Reflexionando
sobre varios aspectos relacionados con el tema, como el dopaje en el
deporte y el uso de crecientes
métodos para optimizar el rendimiento frente al esfuerzo y los dones naturales;
la presión de muchos padres para que sus hijos rindan cada vez más en sus
diversas actividades, el creciente uso de drogas con los que se trata a los
niños,-lo que para nosotros supone un peligro creciente, pues supone ni más ni
menos una mentalidad de padre diseñador y de hijo diseñado, disfrazado de amor
y deseo de felicidad y éxito para sus descendientes- y la extensión de la nueva
eugenesia, que no propugna la esterilización forzosa o exterminio de diversas
capas sociales consideradas inferiores, sino la manipulación en nombre de la
mejora general de la especie o de la mejora de la competitividad laboral o
económica, en principio de manera no coactiva; el autor considera, como hemos dicho más arriba, que lo que realmente
y con más argumentos cabría oponer a la manipulación genética sería la defensa
de valores como la humildad y la solidaridad y la visión de la vida como un don.
Para
el autor, en un mundo que prima o valora el dominio y el control, la crianza
debería ser una cuestión de humildad, de apertura y respeto a lo recibido, a
eliminar las ansias de control, muchas veces realizadas con el argumento de
lograr la mayor felicidad y bienestar de los hijos.
De
manera ingeniosa, Sendel sostiene que el control genético destruiría los lazos
solidarios, pues las personas que pudieran costearse buenos genes no querrían
compartir ningún seguros o sistema solidario de seguridad social con quienes no
pudieran o quisieran usar las técnicas manipulación genética en sus
descendientes.
Sólo
una sociedad que valore los dones, su contingencia y la consciencia de que
nadie es plenamente responsable de sus éxitos puede mantener ciertos vínculos
solidarios y evitar una meritocracia cada vez menos compasiva
Por
tanto el éxito de la ingeniería genética podría reflejar ,como dice al final de
la obra el autor, la máxima expresión de vernos en la cima del mundo, de
dominar la naturaleza, destruyendo nuestra apreciación de la vida como un don.
Al
final del libro se incluye un epílogo en el que se argumenta en defensa de la
investigación con células madre, propugnando, eso sí, tratar a los embriones
con cierta consideración.
Por
su interés y su amenidad en tratar sobre un tema de candente actualidad,
recomendamos la lectura de Contra la
perfección, echando en falta sólo una cosa, un mayor tratamiento del
peligro y la amenaza real que supone que no sean las familias las que utilicen
los avances en ingeniería genética para mejorar a sus hijos, sino el poder en
última instancia; la conjunción de Estado y empresas que siempre buscará la
mejor manera de manejar y manipular a los seres humanos para crearlos lo más
sumisos y moldeables posibles, perfectos súbditos y consumidores.
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