martes, 15 de marzo de 2016

Partidos emergentes, clases medias y el capitalismo del colapso



La crisis económica, fundamentalmente, ha provocado un divorcio de la sociedad española con los partidos tradicionales, con el bipartidismo imperfecto imperante durante varias décadas.

El monstruo del paro, los recortes, los sueldos menguantes y los nuevos empleos, temporales y con salarios a veces de seiscientos o setecientos euros,  nos lleva todo ello a una situación novedosa, la de que el trabajo no permite en sectores crecientes de la sociedad vivir dignamente.

Esta realidad nos conduce a una nueva división social, no tanto entre capitalistas y empleados,  sino a la brecha creciente entre una exigua minoría con trabajo estable y bien remunerado y una mayoría ascendente con trabajos y sueldos basuras esporádicos y parados crónicos.

Pues bien, esta tendencia previsible, que ya puede observarse claramente y que nos sitúa en lo que califico de capitalismo del colapso, frente a quienes hablan de colapso del capitalismo-este último término parece dar por sentado la muerte del capitalismo, lo que personalmente no tengo nada claro-, de agotamiento y crisis múltiple, no ha encontrado ninguna respuesta.

Y el porqué tiene mucha relación con que una sociedad de clases medias, o con mentalidad de tal, es una sociedad, donde por mucho que unos y otros se sientan enfrentados y separados por opciones a izquierda y derecha, el objetivo de fondo de unos y otros es reconquistar un buen nivel de vida y consumo.

No hay, por tanto ,en la clase media decadente y en descomposición, ningún proyecto real de transformación social, de cómo levantar un nuevo sistema sin división entre dirigentes y dirigidos, entre poseedores de medios de producción y asalariados que venden su fuerza de trabajo.

Abandonado años ha toda conciencia de clase, salvo en procesiones laicas para el Primero de Mayo y poco más, se pensó que no eran necesarios lazos comunitarios, si acaso algunas reclamaciones monetarias y poco más.

Las clases medias izquierdistas, derechistas, centristas o transversales son creyentes en el Sistema. Consideran, hoy por hoy, que está mal dirigido, enfocando sus ilusiones fútiles en una renovación de las clases dirigentes u opresoras, o lo que se llama regeneración democrática.

Esto ha permitido al Orden impulsar desde sus medios de adoctrinamiento, ante la crisis, dos partidos, con el objetivo de hacer creer a los ingenuo que ahí está el Cambio y acabar con toda posible veleidad rebelde o levantisca al estilo de lo que aconteció en Gamonal.

El éxito ha sido enorme. Millones de ciudadanos han comprado lo vendido en tiempo récord .

Esta respuesta es la esperada. En épocas de crisis económica, la reacción de las clases medias o de una parte importante de ellas fue unirse a opciones autoritarias y demagógicas. A quienes les ofrecían o decían ofrecer justicia para todos, trabajo y una Seguridad fuerte, combinados con críticas a la casta o la plutocracia y a veces a los inmigrantes o a otras "razas" especialmente la judía. Eso fueron en esencia los fascismos clásicos, escisiones de sectores de izquierda o socialistas-especialmente Musolini- que se convirtieron rápidamente en movimientos políticos de corte transversal.

En nuestros tiempos ,ese discurso, con los cambios de la época, es el que ha favorecido el ascenso de Podemos y Ciudadanos. Nada de verdaderamente revolucionario o antisistema, sino palabrería hueca y pseudoradicalismo que nunca irá al fondo de las cosas .Lo más que pueden llegar sectores de la burguesía en su crítica es denostar el Régimen del 78, como dicen. Pero eso es no decir nada, pues al fin y al cabo , ¿qué es eso del Régimen del 78 y en qué se distingue del sistema de poder de otros países y lugares?.

Retórica vacía, por tanto. Lerrouxismo siglo veintiuno, que transforma los exabruptos anticlericales para debilitar al anarcosindicalismo del primer Lerroux, por la búsqueda de otros chivos expiatorios con que engatusar a electores.



El ensayista libertario  Miguel Amorós etiqueta a estos movimientos políticos, que en nuestro país tienen dos alas, como ciudadanismo. Opciones que se quedan en la superficie de las cosas, que consideran quimérico plantear alternativas al sistema de partidos, que toman el Estado como el policía bueno, creyendo en la identidad Estado pueblo, en su fusión.

Supuesto realismo, o pragmatismo falso, pues la situación mundial, con las nuevas caídas de las bolsas y de los antaño pujantes países emergentes, nos acerca a nuevas recesiones, y por tanto sus planteamientos keinesianos, de Estado redistribuidor, que saca dinero de unos para dar a otros, que aumenta impuestos, que sube salarios, que hace crecer al país, que crea millones de empleos-privados o lo que llaman público garantizado- tiene poco recorrido.



Ya podemos ver como ni tan siquiera están dando de comer a la gente, habiendo desaparecido de sus discursos en buena medida declaraciones de antaño, con mucha base real, de familias y niños que pasan hambre. Sólo hablan de un Plan de Emergencia Social y de blindar derechos, algo inconcreto y nebuloso, tanto como la Constitución hablando del derecho al trabajo y la vivienda.

No encontramos nada, por supuesto, de conquistar los medios de producción los propios trabajadores o crear los suyos propios. De trabajo sobre capital.

Para el grueso de las clases medias, sus jóvenes con título universitario o sus mayores, todo pasa por democratizar las instituciones, los partidos, los sindicatos. Listas abiertas,  limitación de mandatos, unos pocos, más osados, unieron democracia real a Asambleas de Barrio donde se debatía de lo humano y lo divino y no se llegó a nada práctico. Algo que el sistema sí puede ofrecer como caramelo, pues no implica el menor riesgo para él-ni ninguna esperanza para los necesitados-.

De ahí el rápido fin del 15M y su absorción por una socialdemocracia verborreica aparentemente radical, que no se planteó seriamente romper el Sistema y que ha acabado en gran parte en las filas de  Podemos o las famosas confluencias.

La relativamente rápida decadencia de todos estos nuevos lerrouxismos, dejará tres opciones.

El regreso de los viejos partidos, el surgimiento, como en Europa, de opciones más desembozadamente autoritarias-aunque el Partido de Pablo Iglesias lo es en mucha medida- como el Frente Nacional o la revolucionaria .

Esta última tendría que plantearse seriamente ir construyendo una sociedad autónoma seria, sin asalariado, o sólo como algo puntual, sin partitocracia-ni partido único por supuesto-, sin tecnocracia, sin megalópolis, equilibrando lo local y lo internacional, oponiendo la soberanía popular a la tentación de la soberanía nacional y los discursos identitarios .

La tarea sería titánica y sin prácticamente posibilidades de éxitos. Alguna de las otras dos opciones son mucho más plausibles. Si observamos la historia y lo que está sucediendo en diversos países de la UE, incluyendo Alemania, nos acercamos más  a una fascistización de las poblaciones de Europa, si bien no calcada a la de los años veinte y treinta.

El futuro se presenta azul oscuro casi negro, pero hemos aprendido repetidamente que el cuanto peor mejor, no es real. Sólo el ascenso de una fuerza revolucionaria de individuos conscientes, que hayan aprendido las lecciones de viejas derrotas y por dónde no deben ir podría traer un rayo de esperanza.



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