lunes, 20 de junio de 2016

Corazón Gigante

Notable película islandesa que, pese a tocar un tema ya visto en otros filmes, el de los problemas de una persona con el mundo por sus defectos físicos, destaca por sus planos, sus gestos, sus silencios, sus paisajes, por mostrar la gelidez del entorno de Islandia, sus nevadas, sus ventiscas.

Fúsi es un cuarentón de gran tamaño, obeso mórbido. Vive con su madre aislado de casi todo lo que le rodea, incapaz de relacionarse positivamente con las personas, especialmente con las mujeres, hacia las que siente un profundo pavor, no habiendo salido nunca con ninguna.

Sufre las burlas de los compañeros de trabajo, que acepta de manera estoica .Porque pese a su apariencia de masa insensible, que ni siente ni padece y cuyo única diversión son los juegos con maquetas de batallas de la segunda guerra mundial, esconde un enorme corazón.

Dos personas, sin embargo, se cruzan en su vida, logrando romper poco a poco el caparazón con el que se cubre ante los demás. Una niña de ocho años, símbolo de esos seres y esa etapa de la vida en que el cáncer de los prejuicios todavía no ha explotado, adueñándose de las mentes de los individuos, de la sociedad; una niña solitaria, dejada de lado por los problemas de su padre, y una mujer a la que conoce en un baile, al que acude gracias a la invitación de la pareja de su madre, personaje secundario, pero muy importante sin embargo en su vida.



La rutina monótona y grisacea de su vida, como la del clima de Islandia, brillantemente reflejada en los viernes de cena solitaria en un chino y de petición de música desde la soledad de su furgoneta, empieza a resquebrajarse poco a poco, muy lentamente, al igual que sus  miedos e inseguridades .

Lo mejor de la película es que no nos engaña con un final perfecto y feliz, esos finales dulzones y empalagosos hechos para olvidar el fracaso de nuestras vidas. Como en el mundo real, los colores que tiñen la vida no son eternamente rosas o negros.Reinan, en general, las tonalidades intermedias.

Pero lo interesante es cómo podemos dar algún brochazo blanquecino a un decorado obscuro como la noche islandesa .Cómo, sin triunfar, irnos sin embargo deshaciendo de la pesada carga de los traumas, conflictos y complejos que nos acosan y cercan desde la infancia por los más diversos motivos, y que, en realidad, son fantasmas de nuestras mentes, mucho menos poderosos de lo que creemos, aunque sus gemidos de ultratumba nos asusten y sobresalten.

Como sucede en estas películas, quienes más nos identifiquemos con la personalidad melancólica, tímida hasta lo enfermizo  y derrotista del protagonista, más disfrutaremos del film, especialmente por ese rayo de esperanza, imperfecto, que brilla al final.

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