En tiempos de crisis y con una globalización consistente en
trasladar empresas a zonas donde los trabajadores tienen menos derechos y donde,
por ejemplo, en la Unión Europea se imponen una serie de medidas económicas muy
contestadas, emerge con fuerza el discurso tentador de la Soberanía Nacional y
la Autodeterminación de los pueblos.
Son una respuesta lógica al olvido de épocas pasadas. La
época ya muy lejana en el tiempo de la Europa de entreguerras, por ejemplo.
Aquella Europa de soberanías nacionales donde se extendieron las dictaduras,
desde la Península Ibérica con Franco y Salazar, hasta la Rusia de Lenin y
Stalin. Donde se fraguaron las dos terribles guerras mundiales.
En los defensores de las ideas de la soberanía nacional
suele latir la idea de que un Estado nación sin interferencias de ningún tipo
es más democrático. Esta idea, como hemos visto antes de épocas anteriores, no
se cumple, al menos no siempre .
Para mí hay dos errores de bulto: primero, pensar que una
clase dirigente local, o nacional, va a ser por naturaleza, mejor, más amante
de sus súbditos y sus sirvientes, quizá por el hecho de compartir raíces,
cultura, lenguaje, tradiciones…
Aparte de ingenuo, hay un cierto racismo implícito detrás .
En realidad sería como argumentar que si los poderosos de nuestro suelo nos
golpean, seguro que lo harían con porras más suaves, por eso de los antepasados
comunes.
No creo que las decenas de millones de víctimas de los
dictaduras soberanas, incluyendo la Patria Soberana de Franco, pensaran así si resucitaran.
También debería tenerse en cuenta que, por esas paradojas de la historia
política, los que hacen gala de nacionalismo de puertas para adentro, suelen ser
imperialistas de puertas para afuera. Y es que el sueño de todo nacionalista
que se precie es que su Patria reine sobre poblaciones ajenas, mostrando su
poderío.
Soberanía de puertas para adentro, control de puertas para
afuera. Ahí tenemos desde Hitler, hasta los micronacionalismos catalanes y
vascos, que sueñan con anexionarse Navarra, las Baleares y la Comunidad
Valenciana, por ejemplo.
Y es que entre los Estados nación suele regir la competencia
por ver quién crece más, quién manda más, quién absorbe más territorio.
Pero después de oprimir y
colonizar a la sociedad interior, por supuesto.
El segundo error de bulto es pensar que en el mundo de hoy
cabría la independencia total de las unidades nacionales. Como sin la menor
cesión de soberanía desapareciesen las crisis económicas y los problemas por
arte de magia.
Si caen los países hoy por hoy económicamente más fuertes,
por los motivos que sean, ello repercutiría en los demás, sea cual sea la
situación geopolítica mundial. Y lo mismo sucedería con el declive de los
recursos naturales, por más que viviéramos en una humanidad que hiciera bandera
de la autarquía. Aquellos países que se les acabara el oro negro, por ejemplo,
y no tuvieran preparado otro nicho económico sobre el que desarrollarse, adiós
muy buenas. Y a nivel mundial, idem, por mucho discurso identitario que se
usara.
Por tanto, en mi opinión, aquellos que enarbolan las
banderas de la soberanía nacional, se equivocan.
No es el camino.
Frente a la globalización del capitalismo, que está
empezando a hacer a los países ricos lo que hasta hace muy poco hacía al resto
del mundo, para cabreo y sorpresa desagradable de sus poblaciones, que pensaban
que a nosotros no nos tocaría, y que viviríamos viendo desde lejos las miserias
de otros; y el ideal de retorno a la falsa Arcadia de la Soberanía Nacional y
la Autodeterminación de los pueblos-entendida ésta en el sentido de crear
nuevos Estados nación-, habría que oponer una forma de Solidaridad
Internacionalista, que sin buscar liquidar la diversidad mundial comprendiera
que el mundo es una casa común a la que todos debemos proteger, y que por tanto
se necesitan algunas políticas mundiales compartidas.
La tarea sería muy compleja, cómo construir una
Confederación Mundial, por ejemplo, de biorregiones o municipios libres y autónomos,
pero no absolutamente soberanos, pues en mi modesta opinión habría que ir
avanzando a una mentalidad de comunal mundial, es decir que los recursos
naturales de todo tipo son usufructo, pero no propiedad absoluta, de los
habitantes de las comunidades, pertenecen a la humanidad.
Como decimos, algo complicado. Pero necesario, de una u otra
forma, si queremos evitar la dirección al desastre que llevamos en estos
momentos y en anteriores también, como la vieja guerra fría.
Pero como las casas se construyen por la base, frente a la retórica de determinados sectores e individuos, de izquierda a derecha de liberación nacional , la Autodeterminación Individual es el ladrillo, autodeterminación individual entendida como individuo que se hace responsable de su vida, que lucha por reducir todo lo posible el dominio y la coacción de poderes exteriores o heterónomos y se une con otros como él, para colaborar como iguales.
Por supuesto que todo individuo está en un territorio, con
una historia, y unos valores mejores o peores, desde donde hay que partir,no vivimos volando por los cielos,
pero es indudable que si queremos encaminarnos a una situación mejor para
todos, debemos buscar más lo que nos une que lo que nos enfrenta o divide. De
ahí lo negativo en mi opinión de las políticas que ensalzan la
soberanía estatal, pensando que es un avance.
Porque tienen muchas probabilidades, por no decir todas, si
triunfan, de obscurecer más el mundo haciendo surgir nuevas formas de
feudalismo o de fascismo, que, no olvidemos, fue una escisión por la izquierda,
o por el socialismo ,que hacía hincapié en lo identitario, lo nacional, lo
localista. Quiero decir que suma muchos adeptos en todas las líneas ideológicas.
Los medios, pienso, han de ser acordes a los fines. Y ningún
instrumento de opresión-partido político, estado nación tradicional e incluso
mundial, clase dirigente…- va a llevarnos a la autonomía individual,
comunitaria y mundial.
Espero y deseo que seamos capaces de dar un vuelco a la
situación desesperada a la que nos enfrentamos, por costoso y lento que sea el esfuerzo.
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