miércoles, 6 de julio de 2016

La persona y lo sagrado

La persona y lo sagrado forma parte de Los escritos de Londres, publicados póstumamente y donde se recogen los últimos textos de Simone Weil.

Acercarse y nutrirse de la obra de Simone es entrar en territorio ignoto, aceptar que muchas de las ideas  con las que nos movemos en nuestro universo mental  pueden estar equivocadas, ser una ilusión, un espejismo, un sendero equivocado, una luz engañosa que aturde nuestros sentidos llevándonos a un precipicio.

En este libro nuestra querida filósofa se encarga, con su prosa compleja, de talar, a la vez dulcemente y sin piedad algunas de nuestras más arraigadas convicciones. Empezando por rechazar que lo que hay de sagrado en el ser humano sea su persona, ni siquiera la persona humana; es Él en su totalidad, cuerpo y pensamiento. Pues la idea de persona para la autora está más bien vinculada al orden político de la fuerza.

Lo sagrado en los individuos se encuentra en lo impersonal. En el bien, en ser un intermediario entre el Bien Absoluto o Dios, y el mundo. 

Algo que se reflejaría , por ejemplo, en el grito de dolor de quien sufre una injusticia.

La verdad, la belleza, corresponden a ese orden de lo impersonal. Orden que no sólo representaría el arte y la ciencia, si no también el trabajo físico, pues su contacto con la realidad favorece la posibilidad de acceder a una forma impersonal de atención.

Enemigos de lo sagrado y lo impersonal son para Simone Weil tanto el "Yo" como el "Nosotros", o el culto a la colectividad. Para ella los hombres no pueden acceder a lo impersonal en la colectividad, pues para alcanzar lo impersonal es imprescindible la soledad, cualidad de la atención que no se logra atándose al colectivo.

Por ello la sociedad contemporánea le resulta lo opuesto a su idea de sociedad ideal, de alcanzar lo sagrado en lo impersonal. El ruido continuo, la propaganda de los partidos y la lucha entre ellos, las multitudes vociferantes, el envilecimiento del trabajo...son síntomas de la degradación.

Circulan en su pequeña obra ideas luminosas, como su crítica de la noción de derecho, aceptada con naturalidad y que en realidad no deja de tener un fondo mercantil, de reclamación de mejoras salariales, por ejemplo, que en realidad suponen una aceptación de un sistema basado en la opresión.



Si se viera que el trabajo en nuestra civilización es un envilecimiento, y que somos no sólo víctimas sino cómplices, la resistencia sería mucho más fuerte, pues el individuo se levantaría en su totalidad, como alguien a quien se quisiera meter a la fuerza en un prostíbulo.

El obrero, según Simone, se ha vendido a una farsa siniestra organizada por partidos, sindicatos e intelectuales de izquierdas.

Sus reflexiones sobre la desdicha o el castigo, son muy profundas. Y, al final, aparece una  propuesta de crear instituciones que luchen por abolir lo que oprime nuestras almas bajo la bota de la mentira, la injusticia y la fealdad; si bien la deja en el aire, no desarrolla el tema.

Su muerte prematura, por una coherencia con sus ideas llevada al extremo, nos privó pronto de una voz original, de una flor exótica, bella y extravagante ante nuestros ojos, los ojos semiciegos al bien de los hombres y mujeres de la modernidad. 

Y entonces como ahora, figuras como ella serían muy necesarias en una civilización que, olvidando lo sagrado, el espíritu, se ha despeñado por una sima de decadencia, griterío continuo a través de inventos como las redes sociales, mentira, propaganda, sumisión a los poderes viejos y nuevos como las televisiones, maldad y fealdad artística.

2 comentarios:

  1. Me interesa leer a esta autora, a la que siempre oigo citar de manos de Prado Esteban Diezma y Félix Rodrigo Mora. Un abrazo.

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    1. Su lectura es muy interesante porque te hace revisar conceptos; eso sí, también es compleja y a veces difícil de seguir. Hay que prestar mucha atención. De todos sus libros que he leído te recomendaría que empezaras por Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social.
      Abrazos.

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