jueves, 11 de agosto de 2016

Siddhartha

Novela publicado por Hermann Hesse, quien llegara a ser Premio Nobel en 1946, que nos acerca a los aspectos más positivos de la filosofía espiritual del Oriente, hacia la que sentía una profunda atracción.

De manera alegórica el libro recorre la búsqueda de la perfección, de la elevación espiritual y del sentido de la vida de un joven brahman, nacido en una familia acomodada, que, inquieto, no se conforma con la forma de religiosidad superficial, de rituales y sacrificios que vive su comunidad hindú.

Su búsqueda le lleva a abandonar todo y unirse a los samanas, un grupo de meditadores que viven errantes en la pobreza y la mendicidad, de los que aprende el ayuno y a lograr una enorme fortaleza interior.

Pero nada le satisface, cree necesario seguir su camino, que le lleva a conocer a Buda y sus enseñanzas, que admira, más no le convencen plenamente; para sumergirse durante años en una vida convencional de placeres y riqueza material, que él anteriormente había rechazado como inferior e indigna.

Hastiado, abandona esa vida vacía para continuar su camino de perfección individual, escuchando y aprendiendo de los maestros, pero sin querer atarse a ninguno ni seguir ciegamente ninguna doctrina. 

Hasta conocer a un verdadero sabio, un pescador que atraviesa a los viajeros en su barca, alguien anónimo, silencioso, callado, aparentemente un hombre de escasos conocimientos; pero que en su compañía y en la del río, al que aprende a escuchar y con el que logra descifrar algunos misterios que le atormentan es donde encuentra su lugar, su felicidad, su anhelo de unión con el Todo que le llevó, muchos años atrás, a decir adiós para siempre a su familia.

Diferentes personajes se juntan y separan en sus vidas, de todos aprende y a ninguno juzga, incluyendo la cortesana que le introduce en los placeres de la carne, mujer inteligente que le comprende en mucha mayor medida que otros.

Para mí, la peripecia vital del protagonista, y lo que el autor del libro nos enseña es que en la vida no hay que despreciar nada, incluyendo los deseos y necesidades materiales o sexuales. Si están ahí es por algo y hay que pasar por esa fase, como una más en la vida de las personas.

También que es necesario errar, equivocarse, tropezar y hundirse en el fango hasta encontrar el camino de la sabiduría, del conocimiento, de la perfección.



Aunque el texto evidentemente es un acercamiento a las ideas budista de la renuncia, el  desapego, la superación del dolor y el logro del nirvana ,Siddartha, el joven hindú, ya envejecido,  acaba abrazando una forma individual de superación, que está por encima de la fe budista, pues va más allá de la compasión de esta espiritualidad, para alcanzar el Amor, la Unión con Todo lo viviente, con todo lo que le rodea.

De la novela me quedo con el anhelo de mejora individual que transpira y la no sujeción a ningún dogma, escogiendo lo positivo de diversas tradiciones pero siempre sometidas al libre raciocinio individual del que no se ata a nada, porque la conciencia individual está por encima de las creencias colectivas.

Y es que posiblemente la renovación de la religiosidad o espiritualidad tendría que pasar por eso: por lograr unir lo positivo y liberador de las diversas corrientes de pensamiento filosófico y religioso, para ayudar a los individuos y las sociedades a combatir internamente el dolor,  el apego, el sufrimiento y los miedos que son los que nos encadenan y arruinan nuestra vida material. 

El resto, o sea, la mayor parte de los elementos presentes en las religiones actuales, deberían desecharse, tirarse a la basura, como elementos de opresión, dolor y miedo.

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