jueves, 20 de abril de 2017

A la espera de Dios

A la espera de Dios es una de las múltiples joyas que nació del corazón y la mente de Simone Weil.  

Un conjunto de textos de sus últimos meses de vida, unos breves y luminosos ensayos, también cartas o fragmentos de éstas, recopilado todo por un amigo sacerdote, al que conoció y con el que charló y discutió de temas religiosos y espirituales en el eclipse de su existencia.

Puede extrañar en algunos, conocida su biografía de sindicalista y revolucionaria, que llegó a alistarse en la Columna Durruti, educada en el más estricto agnosticismo, su abierta conversión a la fe cristiana, el que se situara a las puertas de la Iglesia Católica-sin llegar a entrar en ella- y que sus últimos pensamiento fueran una y otra vez sobre el hecho de Dios, los sacramentos, Cristo, la atención o el bautismo.

Esto tiene una sencilla explicación en el hecho de que la religiosidad de Simone Weil se centró en la idea de desdicha, de los desdichados, la misma que tenía cuando colaboraba en la lucha obrera y sindical, sólo que ahora desde una perspectiva no sólo social sino espiritual. Sus geniales pensamientos sobre la desdicha, ese desarraigo de la vida, esa cuasi muerte, son frecuentes en este texto.

Sin duda el ensayo de mayor belleza incluido en el libro es Formas de amor implícito a Dios. Se sea o no creyente recomiendo su lectura, su hondura, lo bello de sus frases, de sus palabras, su canto a el amor al prójimo, al Orden del mundo, a nuestra verdadera patria, que es el cosmos, en toda su belleza, el amor a las prácticas religiosas y la amistad, son todas esas cosas, para Simone, formas de amor implícito a Dios.



Es de destacar su idea -que choca con quienes niegan la existencia de una divinidad afirmando que si Dios existiera no toleraría tanto mal en el mundo-, que su existencia, su amor, se manifiesta precisamente en que deja plena libertad  o libre consentimiento a su creación, como un verdadero amante, un verdadero amigo, hace con quien o quienes son objetos de su amor. Dios se retira para ella como prueba de ese afecto, más allá del tiempo y el espacio.

A Dios no se le busca, sostiene, se le espera, con amorosa atención. Sólo de esa manera puede bajar sobre nosotros, logrando un contacto directo del alma con Él.

No es necesario, insisto, leer este libro con una perspectiva religiosa o atea .Sólo hay que leerlo, usando esa palabra, ese concepto tan querido y defendido por ella también a lo largo de A la espera de Dios, con atención, gozando de sus pensamientos, de la luz que desprenden los excéntricos e incomprendidos. 

De los que como Simone, defendían la individualidad por encima del animal social, de esa colectividad de la que rehuía, incluyendo la católica, con sus crímenes y dogmas, lo que hizo que nunca traspasara el umbral, que nunca se bautizara ni abrazara definitivamente esa fe, pese a su amor y su enorme cercanía con el espíritu católico, universal.

3 comentarios:

  1. Me da la sensación de que la espiritualidad es algo individual, no se puede vivir colectivamente, por eso no me extraña que defienda la individualidad.

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  2. Me da la sensación de que la espiritualidad es algo individual, no se puede vivir colectivamente, por eso no me extraña que defienda la individualidad.

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  3. Yo también pienso igual. Un saludo

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