Me comentaba mi madre el otro día que, escuchando las noticias, un empresario había dicho que lo de los Currículum-sin fijarse en otra cosa- estaba pasando a la historia. Que ahora en Recursos Humanos miraban las Redes Sociales, lo que una persona escribía o colgaba, y en base a eso se decidían a contratar o no al susodicho o susodicha.
Me lo decía, claro, con cierta preocupación,como una advertencia de que anduviera con ojo. Ya sabemos lo que se preocupan las madres por nosotros y cómo nos conocen, aunque no estén en las redes sociales ni nos lean; no les hace falta, ya saben cómo pensamos e intuyen claramente por donde va nuestra actividad en las mencionadas Redes.
Comentarios privados y maternofiliales al margen, estas noticias son una muestra clara de que habitamos en una dictadura de nuevo cuño.
En esta nueva dictadura no hay leyes explícitas contra la libertad de pensamiento, contra lo que escribes o cuelgas para que otros lean, pero sí implícitamente. Al extremo de que si tu manera de pensar no encaja en lo considerado correcto, si se sale de lo admitido por los poderes, puedes quedar excluido, convertido en habitante de los márgenes de ese río dirigido y encauzado llamado sociedad.
Pero esa tiranía sutil y disfrazada de democracia tiene otra característica fundamental. Y es que somos nosotros mismos los que nos exponemos a ella, los que mostramos nuestras vidas, gustos, aficiones e ideas. Nosotros mismos nos entregamos de pies y manos a los diversos poderes, que pueden utilizar los datos que les suministramos para múltiples actividades: desde campañas de márketing, a estudios sociológicos, pasando por favorecer el control y la represión "invisible" del capital, fundamentalmente, pero también del Estado, que puede tener perfectamente, sin nosotros saberlo, listas o mejor dicho ficheros, con personas a las que por su talante subversivo conviene seguir los pasos, facilitadas posiblemente por los mismos que están detrás de esas Redes Sociales como facebook u otras.
A todo esto yo sumaría otra característica reciente, de enorme negatividad a mi entender, y es la nueva inquisición contra formas diferentes de pensar que está ganando a amplios sectores de la propia sociedad. Otra forma de autoencadenarse y de destruir la libertad, realizada por la propia sociedad.
Y son las denuncias contra actividades o actuaciones de personas u organizaciones que no van con nuestra forma de pensar, y ante la que se pone el grito en el cielo, llamando a su prohibición, a su denuncia. En esto no hay diferencias ideológicas. Lo vimos desde los famosos titiriteros denunciados por hacer apología del terrorismo-lo que no era cierto- al famoso autobús de los ultraconservadores de Hazte Oír, acusados de hacer apología del odio contra homosexuales, lo que sólo logró darles más publicidad.
Esto último, esta nueva oleada represiva e inquisitorial surgida de la propia ciudadanía, es mucho más grave de lo que parece, pues refleja que ya está preparado el caldo de cultivo para que ni tan siquiera sea necesaria la intervención directa represiva del Estado contra determinados actos o actividades, sino que son los propios individuos o diversas asociaciones las que hacen de nueva Gestapo, de nueva Checa, denunciando a las autoridades para que tomen las medidas oportunas.
Cediendo a la anécdota-o no tan anécdota, pues al fin y al cabo la experiencia personal es lo que cuenta-, recuerdo que trabajando hace unos años en cierto Centro de Investigación, ciertas "compañeras" me denunciaron al jefe, por haber hablado con algún compañero de la necesidad de crear un sindicato, sindicato radical desafecto a los de los "progresistas" o habituales. Y en otra ocasión, debatiendo con una amiga, medio en broma medio en serio en el pasillo le dije que los sindicatos robaban. Al cabo de pocas horas vino el jefe y me echó en cara tal comentario, algo sorprendente, pues se supone que vivimos en un sistema con libertad de expresión.
Alguien lo había oído y se había chivado-y no precisamente esa compañera-.
Cuento esto, como algo que aunque pueda parecer anecdótico, no lo es tanto, y que me hizo darme cuenta de que podíamos entrar sin darnos cuenta en una fase de dictadura de nuevo tipo, de defensa del pensamiento ortodoxo y de rechazo y denuncia realizado por los propios sin poder, por los propios don nadie, sin presión de las alturas. Y que me hizo comprender que no hay diferencias entre izquierdas y derechas, pues, en este caso, el mencionado Centro era un lugar de predominio del pensamiento de izquierdas-o progre, mejor dicho, pues casi toda la izquierda hace mucho que no es otra cosa-
Todo esto supondría una nueva vuelta de tuerca a lo que nos decía Etienne de la Botie, ahora aplicado en una sociedad tecnológica : la servidumbre voluntaria. Cómo somos nosotros mismos los que sostenemos el Poder, cómo nos atamos a él voluntariamente, y cómo somos capaces de servirlo frente o contra los iguales.
También Huxley expresaba algo parecido, cómo se instalaría una dictadura sin terror, con el consentimiento de sus súbditos, felices de buscar el placer, envueltos por la publicidad y la propaganda que les lleva a amar su cárcel y a hacer de carceleros unos de otros, e, incluso, en un paso más allá, de sí mismos.
La tecnología, las redes sociales, son la herramienta más útil para ese futuro que ya es presente.
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