lunes, 5 de marzo de 2018

Egobody. La fábrica del hombre nuevo

Por su actualidad, me gustaría recomendar un libro del filósofo francés Robert Redeker, del que he leído que en su país se le tilda de reaccionario, lo cual supone para mí, enemigo acérrimo de la corrección política  y del pensamiento  prosistema y multiidentitario calificado de progresista, radical y hasta antisistema, pero que no es más que una perita en dulce para el capitalismo, un acicate para su lectura-ejemplo último es el manifiesto en defensa de la huelga general feminista, que junto a reclamaciones evidentemente justas dignas de apoyo, entra sin embargo de lleno en ese discurso posmoderno que silencia la necesidad de retomar la lucha de clases, la lucha contra el Estado, la lucha contra la dominación para crear una sociedad autogestionada entre todos, sin separar hombres de mujeres, heteros de gays, y cuya meta, respetable pero en absoluto anticapitalita ni antisistema, es la integración de todos y todas en los aparatos de dominación, es decir su sueño, es la igualdad en la dominación, no la destrucción de ésta, como proponían los viejos revolucionarios,con sus diferencias, de Proudhon y Marx a Bakunin o Kropotkin-.

Este libro, permítanme el inciso, se titula: Egobody. La fábrica del hombre nuevo. Su tesis de fondo es la destrucción del alma, del yo interior, y nuestra conversión a un mero cuerpo, a una exterioridad. Lo universal en lo humano, la búsqueda de una identidad común, a la vez material y trascendente ha sido y continua siendo dinamitada. Nuestra unidad ha volado por los aires, convirtiéndonos en seres fragmentados, que tienen que hacer bandera de esas múltiples identidades reflejadas más arriba, y que nos acerca muy peligrosamente a convertirnos en seres puramente zoológicos.

En sus diferentes capítulos Redeker hace una crítica muy interesante, y desde diversas posiciones, a la sociedad que se está construyendo, la del Yo identificado con el cuerpo, con lo puramente biológico, corporal, material. Se denuncia el rechazo a la vejez, a la decadencia, a la natural decrepitud de nuestro cuerpo, a la enfermedad y la muerte, favorecida por el culto a la alimentación sana, a la medicalización de la vida. En la crítica incluye al deporte, como pedestal de ese hombre nuevo, al exacerbar en los individuos la atracción por la competencia descarnada, por alcanzar el éxito y el triunfo. Otro inciso, observemos los programas de televisión que, fuera de los deportivos, hacen bandera del éxito, del triunfo, contribuyendo a extender la idea de que la vida tiene que ser una lucha contra los demás y contra uno mismo, para lograr ese triunfo tan anhelado que los instrumentos del Capital llamados televisiones nos proponen como meta vital.

Como cabía esperar, internet y las redes sociales no se libran de sus dardos. Una red como facebook, por ejemplo, sería el ejemplo máximo de herramienta para extender como un virus el narcisismo, el exhibicionismo, el mostrar nuestras fotos, nuestras vidas, aparte de favorecer el control y la vigilancia total de las autoridades sobre nosotros. No hay, en internet, verdadero pensamiento, ni verdadera escritura, ni tampoco real comunicación, que implicaría poderse ver y tocar, sino una información que circula rebotada de un lugar a otro, sin fin. Esto es evidente, facebook y las redes sociales, en su mayoría, constituyen como dice el autor una utopía deshumanizante. Son una droga, muy negativa . Cediendo al vicio de personalizar, no hace mucho comprendí que era un enganchado, un drogadicto de facebook; desde que me levantaba hasta que llegaba a casa del trabajo estaba atado, esclavizado, consumido. Logré abandonarlo definitivamente, pero me costó mucho.



Para ir finalizando, me resultó sumamente interesante y políticamente incorrecta, ajena al "espíritu" de la época, su idea de que la muerte de Dios  y el Diablo suponen  el triunfo del mal y la voluntad de poder, pues paradójicamente, tanto uno como otro suponen diques de contención a la difusión del mal. Quizá este pensamiento sea uno de los motivos por los que este escritor es acusado de reaccionario. No obstante a mí, que no creo en el Diablo y vivo en la duda acerca de Dios, me parece un planteamiento  que, se esté a favor o en contra, favorece la reflexión. Al fin y al cabo, ¿no eran los totalitarismos nazi y comunista ateos los segundos y en cuanto al primero, contrario al espíritu cristiano o evangélico?. Por supuesto eso no debería ocultar el mal que han hecho las religiones o sectores de ellas en épocas pasadas y, en el caso de parte del Islam, especialmente, en el presente.

Deberíamos meditar hasta qué punto el hombre y la mujer de nuestras sociedades, ese que se cree libre y liberado de la idea de trascendencia, por ejemplo, no es-no somos- más que un esclavo aún más degenerado que el de épocas históricas anteriores, al haber sido convertido  o no estar lejos de hacerlo en ese ser sin interioridad, ese Egobody que se traga y repite lo que los poderes le dicen a través de sus medios, y cuya meta es la diversión, la no preocupación, de la que también reflexiona en uno de sus capítulos.

Para terminar, un libro que para mí merece ser leído por los pensamientos que provoca.

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