La editorial Los pequeños libros de la sabiduría nos presenta un libro que recoge pequeños textos publicados por el célebre líder indio Gandhi, recopilados por un colaborador de éste, en los que reflexiona sobre el problema de las máquinas y la industrialización.
Aquí nos encontramos un Gandhi sumamente crítico con el culto a las máquinas y a la industrialización, muy frecuente en todas las corrientes sociales de su época, que consideraban sin más que esa tecnología era liberadora, creadora de bienestar y reductora del tiempo de trabajo.
Frente a ellos, nuestro indio reflexionaba sosteniendo lo contrario: la mecanización industrial incrementaba el paro; y el desarrollo industrial, pensaba, iba unido a la explotación, no sólo de la población interior, si no de otros países .No rechazaba, sin embargo, toda maquinaria. Su ideal eran máquinas que se pudieran utilizar individualmente y en familia, favoreciendo el desarrollo y bienestar de las aldeas, y respetando la individualidad. Sostenía, por tanto, la producción por las masas en vez de la producción en masa, ensalzando la producción artesanal.
Su meta era una sociedad de aldeas lo más autosuficientes posibles, con una vida sencilla y frugal en lo material, y muy rica en lo espiritual. Prefiriendo ,si era posible, como método de transporte el andar frente al ferrocarril y el automóvil, si bien era lo suficientemente realista para saber que eso era más un sueño irrealizable que otra cosa.
Una idea interesante que defendía, y que le alejaba y le sigue alejando de quienes sostenían un tipo de sociedad diferente era su escepticismo en relación a lo positivo que sería trabajar muy pocas horas y disponer de un tiempo de ocio muy prolongado . Pensaba que demasiado ocio favorecería los "demonios" de la mente-la autodestrucción psicológica, hablando claro-, y que el trabajo manual, libre y con un sentido de lo estético, de lo bello, era la meta ideal.
Podemos discrepar en que en relación a las grandes industrias, que el aceptaba que en algún grado serían inevitables en la futura India, bastaba con que fueran propiedad estatal, en vez de privadas, para mejorar la situación de los trabajadores. No tuvo muy en cuenta, como sí vio certeramente Simone Weil, que la opresión fabril no mejora porque la propiedad pase de individual a estatal.
Existe algo que ella llamó opresión por la función, o más sencillamente el propio método de trabajo fabril, de continua y constante actividad, favorece la brutalidad por parte de los jefes o coordinadores.
Mi breve experiencia laboral en una Nave de un organismo no privado, sino semiestatal-y si hubiera sido totalmente estatal lo mismo hubiera dado-, me confirmó plenamente la vieja tesis de Simone Weil de que la forma de propiedad que haya en las fábricas es indiferente en relación a la destrucción física y espiritual-esta última es la realmente grave y deshumanizadora- del individuo inserto en ese infierno esclavista y maquinal.
Si alguna vez, cosa milagrosa, nace una teoría emancipadora, tendrá que plantearse seriamente el tema fabril, y , como planteaba Simone, desarrollar una ciencia de las máquinas, ciencia que permita un uso humano y lo más individual posible de ellas. Dejemos tal idea a las mentes brillantes y talentosas, que las hay, y que desde luego no es la mía.
Para finalizar: ¿quién estaba más cerca de la verdad?. ¿Gandhi o los que soñaban con que la tecnología nos iba a emancipar y nos llevaría a un paraíso de libertad, de ocio casi interminable?. Yo diría que el primero, ahora que las clases medias se evaporan, el empobrecimiento, incluso con trabajo, se incrementa, y lo de trabajar cada vez menos horas no se ha cumplido.
Por otra parte, sería muy curioso saber qué es lo que hubiera pensado de haber conocido la digitalización del mundo: lo que muchos en sus inicios consideraron como una tecnología que favorecería la comunicación, el desarrollo democrático y otras historias fantásticas, está mostrando ser otra cosa. Control y conocimiento de los gustos y aficiones personales, una especie de desnudo masivo e integral que favorece a empresas y autoridades. Una dependencia y enganche creciente a los múltiples cachivaches.
Lo opuesto a la vida buena defendida por Gandhi y los sabios de la antigüedad, cuyas voces y advertencias resuenan cada vez más débiles y lejanas en el aséptico y frío mundo digital, de las nuevas tecnologías, que yo mismo, y aquí viene la autocrítica, ando manejando en estos momentos.
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