Recientemente se ha publicado la segunda parte de La puerta de los tres cerrojos, aquel imaginativo y entrañable cuento sobre física cuántica publicado por la doctora en física Sonia Fernández-Vidal. Una manera brillante de acercar al lector no formado en ciencias al mundo , aparentemente absurdo y contraintuitivo ,cuántico.
En La senda de las cuatro fuerzas aparecen los mismos protagonistas: Niko, el estudiante adolescente del mundo clásico, y sus entrañables amigos , Quiona, el hada cuántica y Eldwen, entre otros. En esta ocasión Niko debe volver al mundo de lo micro, para luchar contra un grave problema que está destruyendo poco a poco el universo cuántico, y que también acabaría por destruir su universo: el clásico.
Decoherencia, esa especie de frontera que separa ambos mundos, parece fuera de control, o desaparecida, y los tres colegas ante ese descontrol de las leyes físicas, deberán superar una serie de pruebas, planteadas por los personajes que representan las cuatro fuerzas que rigen el Cosmos, nuestro hogar: la fuerza nuclear fuerte, la débil, la electromagnética y la gravitatoria.
Como decía al principio, destacaría la gran labor de divulgadora de Sonia, que no tiene el menor problema en ponerse al nivel de la calle, y lograr atraer a la gente al mundo de la física cuántica. Algo que nos gustaría que hicieran más científicos, pues solo de esa manera se conseguiría volver atractiva la ciencia y fomentar la cultura científica en la sociedad.
Por poner un pero, el exceso de tiempo, unos siete años, entre el primer y el segundo tomo del libro, apto para todas las edades .Cierto que se pueden leer por separado, pero siempre es más conveniente comenzar por el primero, para saber más de los personajes protagonistas de la historia.
No me avergüenza reconocer mi amor platónico a la escritora-ya madre, de lo que me alegro mucho-, a la que conocí brevísimamente en una feria del libro, de la que conservo su dedicatoria. Y esa voz tan dulce y relajante que tiene, que de tarde en tarde escucho en youtube, para tranquilizarme un poco, pues servidor reconoce ser un hombre que vive siempre con los nervios de punta, con ansiedad crónica, motivada por el temor a hacer el ridículo tartamudeando, para mi desgracia.
La ciencia necesita más Sonias para acercar sus temáticas sin miedo entre la población, y sin temor entre ellos a que adopte la forma de cuentos, porque un cuento no tiene por qué ser un texto de menor nivel.
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