sábado, 17 de noviembre de 2018

La silicolonización del mundo

He tenido ocasión de leer otro libro de Eric Sadin, talentoso filósofo francés que centra su ensayos en el mundo digital  y sus consecuencias sobre nuestras vidas. Frente a la idea mayoritaria que canta las bondades de las tecnologías digitales, nuestro autor disecciona la máquina para ver cuáles son sus consecuencias sobre la sociedad en su nuevo texto: La silicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital.

Parte desde los orígenes contraculturales de Silicon Valley, allá por los años sesenta y setenta, la época hippy, de los revoltosos y revolucionarios que soñaban con cambiar el mundo desde perspectivas, acertadas o equivocadas, más humanistas; hasta su deriva en un nuevo capitalismo que él define como tecnolibertario o tecnoliberal, impulsado como meta por empresarios, ingenieros y políticos de los cinco continentes, que ven en ese sistema el futuro de la humanidad, un paso adelante incluso en la libertad y emancipación.

Pero en realidad ese tecnocapitalismo digital  de objetos conectados e inteligencia artificial supone una paulatina eliminación del poder de decisión y autonomía individual y colectiva. Las máquinas van tomando poco a poco el control de nuestras vidas, sustituyendo lo que debieran ser nuestras decisiones, controlando cada detalle de nuestra existencia . Esto va desde los coches sin conductor, hasta los chips que pueden detectar cualquier problema de salud, entre otros muchos aspectos.



Tal organización del mundo, más que un control totalitario al viejo estilo, trae consigo la mercantilización absoluta de nuestra vida, de cualquier gesto, que es vista como posibilidad de negocio, de obtener beneficios. Detrás de todo late la idea de que somos seres defectuosos, limitados, y de que el desarrollo exponencial de dicha tecnología nos convertirá en una humanidad aumentada, mejorada hasta el infinito y más allá.

Su propuesta final pasa por organizar la resistencia contra lo que llama sumisión socioliberal, ensalzando entre otras cosas la idea de límite. Cree Eric Sadin que si en diez o quince años no nos movilizamos contra el nuevo orden de cosas, ya no tendremos marcha atrás y la humanidad se convertirá en otra cosa.

El problema de este nuevo totalitarismo algorítmico, es que no se impone por la fuerza. Y las cosas que no se imponen por métodos brutales, pasan desapercibidas, acaban implantándose lentamente, paso a paso, hasta que están tan instaladas en nuestras vidas, que ya no nos imaginamos cómo podríamos vivir de otra manera, sin esos artilugios, sin esos objetos conectados. 

La resistencia es, por tanto, prácticamente imposible, casi como si ahora propusiéramos vivir sin lavadoras, microondas y lavavajillas. El despotismo digital tiene la victoria prácticamente asegurada. Salvo hecatombe o colapso del sistema, todo sea dicho.

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