Sensible, dura y realista a partes iguales, la película Cafarnaúm nos lleva a la vida de miles de niños y niñas de familias sin recursos, condenados a luchar desde muy temprana edad por las calles de Beirut para lograr algo de dinero, algo de comida con la que poder subsistir y ayudar a sus familias.
Cafarnaúm muestra la desolación que sacude muchos rincones del mundo, en esta caso del Líbano, el abandono, los malos tratos, la delincuencia desde la infancia, la tristeza, la venta de niñas para quitarse una boca a la que alimentar de encima; los inmigrantes, marginados entre marginados y sus vidas a salto de mata, con el miedo continuo a ser detenidos.
La película, sin embargo, no juzga. Da voz a los adultos para que comprendamos el porqué de su acción aparentemente cruel y despiadada con sus hijos. Víctimas, todos, de un sistema que abandonando a los adultos, abandona a sus hijos a la intemperie de unas callejuelas heladas, llenas de peligros, aunque de tarde en tarde salpicadas con el calor de una buena acción, de una mano compasiva.
Quizá, por señalar algún defecto, un exceso melodramático en el intento de llegar al público. Su mayor acierto, actores de la "calle". El niño, protagonista principal, está magistral en un papel que no es papel, sino vida real. También "secundarios" como la inmigrante etíope, realmente inmigrante y, por lo que leí, realmente detenida por la policía por ilegal mientras se rodaba la película.
Hace pocos meses, por cierto, visité el Líbano, las calles de Beirut,entre otras zonas del país, pudiendo ver en directo los edificios y barrios destartalados, con sus enredaderas de miles de cables colgantes, todo salpicado por barrios acomodados, con rascacielos, con una animada vida nocturna. Una ciudad de tráfico endiablado, donde los escasos semáforos son como monigotes a los que nadie hace caso, y cruzar es una aventura. Con niños jugándose la vida vendiendo de todo a los conductores para sobrevivir un día más.
Personas que me resultaron en general amables, viviendo de momento en paz con independencia de la religión, algo inusual en Oriente Medio, tierra de conflictos y guerras sin fin. Cafarnaúm me ha traído todos esos recuerdos y vivencias cercanas, la de un turista privilegiado que asiste, impotente y con vergüenza silenciosa, a las enormes injusticias y desigualdades que asolan nuestro pequeño planeta.
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