sábado, 8 de junio de 2019

La última lección

Desasosegante, imaginativa, misteriosa, retorcida, con un inicio brutal y un final inesperado, La última lección nos sitúa en una clase de una prestigiosa escuela donde se han reunido los alumnos y alumnas más brillantes y con mejores notas; chicos y chicas de miradas inexpresivas, verbo deslenguado, afilado y cortante, aparentemente estatuas insensibles frente a todos y a todo y un profesor sustituto que asiste atónito al comportamiento extraño de seis de ellos.

Extrañeza que se va convirtiendo en obsesión, en seguimiento, en un intento de correr la cortina para descubrir qué ocultan ese peculiar grupo de adolescentes duros como piedras y distantes como un monumento en lo alto de la cima de una montaña. Lo mejor de la película no son solo las brillantes actuaciones de todos sus protagonistas, sus miradas, sus rostros, que hablan sin hablar, el miedo psicológico, sino sus giros inesperados.



La última lección nos muestra a unos chavales que parecen nihilistas, de vuelta de todo, niños ricos de vida fácil y aburrida que giran a la psicopatía, pero que en realidad representan una lucidez temprana, la de aquellos que muy pronto han tomado conciencia del fracaso de su sociedad, de sus vidas, condenados en un entorno cada vez más competitivo y degradante, donde el futuro aparece pintado de negro y la humanidad  y la tierra en grave peligro. 

Análisis de la situación actual, la falta de fe en el futuro, la separación entre jóvenes y adultos, la creciente violencia y competitividad, el culto al éxito, fomentado incluso por el propio sistema educativo, sistema que cada vez aporta menos, pues estudiar ya no es garantía de nada, la falta de límites, la conciencia ecológica... son numerosos los temas para la reflexión que aporta esta película francesa, tan original en su mezcla de géneros, como en su origen, planteamiento y final, donde, pese a la luz del verano y del calor en que se desarrolla, no hay lugar para los colores del optimismo.

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