domingo, 23 de febrero de 2020

Internacionalismo o barbarie

Aunque como era de esperar apenas aparecen noticias en los medios, y menos ahora con el problema del coronavirus, hay que prestar mucha atención a los problemas mundiales, a la geopolítica, a los conflictos militares que se siguen extendiendo desde hace unos años.

El más claro es el que enfrenta en Siria a Turquía y Rusia, con la intención de los primeros de mantenerse en Idlib, dando la sensación de que no quieren el triunfo de Assad, manteniendo una cabeza de puente en país ajeno para, quizás, en un futuro, invadirlo y recrear el imperio otomano. No es sólo con Siria, el régimen de Erdogan mantiene un conflicto aún más silencioso con Chipre y Grecia, que sitúa al Mediterráneo como zona de conflicto mundial potencial, aparte del Pacífico y Oriente Medio. Por otra parte permanece la duda sobre si los norteamericanos entrarán o no en Venezuela. Durante un tiempo pareció que Trump olvidaba a este país, pero tras la gira de Guaidó, vuelven los rumores de preparación de una invasión.

Mientras esto sucede, continuando la carrera armamentística, junto con la caída de la economía capitalista, la clase trabajadora, la sociedad civil, permanece totalmente ajena a esta problemática, encerrada en sus vidas, en los juego de los partidos y los politicastros de diverso signo y en las ideas que interesa explotar al sistema a través de sus medios como forma de división, o de preparación de nuevos recortes, tales como el feminismo y el ecologismo -lo que no supone negar la importancia de la ecología,  o de la libertad de las mujeres, sino su uso para fines espurios-.

Nos educan y nos machacan para que seamos conformistas, elaborando falsas disidencias para consumo de espíritus inquietos, pero incapaces de querer salir del tiesto, y de ver más allá del dedo que señala la luna. El tradicional progresismo e izquierdismo vacuo de toda la vida, adecuado a los nuevos tiempos y las nuevas modas impuestas.

Uno tiene claro que las ideas actuales no nos sirven de casi nada, más allá de la citada preocupación ecológica, pero siempre que fuera subordinada a la preocupación por la condición humana, lo que no es el caso. Sólo viejas ideas y estructuras, denostadas por décadas, cuando se pensaba que el progreso y el bienestar iba a ser eterno y creciente, pueden ser útiles. Y una de ellas es el internacionalismo.



Precisamente la situación de preparación de conflictos regionales y , por tanto globales, el espacio incluido, debiera ser motivo para volver a sacar esa vieja herramienta, lógicamente adaptándola a los tiempos actuales, lo cual implica, en mi opinión, que no se limite a la llamada clase obrera, sino también al vecindario, al municipio, pues todo el mundo debiera verse implicado en la lucha: parados, estudiantes, amas de casa... También, frente a la vieja cerrazón del materialismo ateo, la lucha internacionalista debe dotarse de su espiritualidad, o si se prefiere de una filosofía moral sólida que le enfrente al materialismo y el relativismo de este sistema temible que prepara sus misiles de terror.

Junto a las necesidades materiales, están las del espíritu-¿qué otra cosa son la fraternidad, la libertad, el apoyo mutuo?-. Un esfuerzo basado sólo en satisfacer lo material, con ser importante, se quedaría en nada. ¿Qué revolución contra los Estados y el capitalismo iba a tener lugar?. Sólo se buscaría mejorar lo existente, siendo en el fondo el objetivo un capitalismo de bienestar e hiperconsumo, ya insostenible.

El renacer de la humanidad frente al aplastamiento de la tecnoburocracia, de la tecnofilia-sin caer en primitivismos, antidesarrollismos o ideas para mí erróneas, pues los extremos se tocan, aunque pueda apreciar alguna pluma adscrita a la tesis antidesarrolista- necesita de una espiritualidad que no haga de la búsqueda del oro, de la abundancia material, el centro de la vida. Porque, insisto, nunca saldríamos del sistema en que nos encontramos.

Dicho esto, urge dar pasos. Ser conscientes, en barrios y tajos, de la necesidad de un pensamiento, de una acción, que, aunque nazca en lo local, vaya a lo global. Las bombas, los misiles, no entienden de localidades, de géneros, de continentes, de colores de piel. Quienes piensen, y esto lo he escuchado de compatriotas, que nosotros estamos a salvo, que si hay "follón" éste será lejos, yerra de cabo a rabo.

Todo lo contrario, Europa es el eslabón más débil de la cadena. Situada entre USA, por un lado, y China y Rusia por otro, no hace falta decir cómo quedarían nuestras tierras, nuestras casas, nuestras vidas, en una nueva guerra mundial. Los hoy privilegiados, los que miran a los que huyen  en otras regiones del mundo con soberbia o prepotencia, pueden encontrarse intentando salvar sus pellejos como sea.

Pero nos encontramos con otro problema grave. El pensamiento subversivo, la imaginación política, ha colapsado. Por una parte absorbida por las modas del sistema, se ha tragado el sapo del feminismo institucional, por ejemplo-¿alguien más barrunta que tal feminismo sirve, también, para que la mujeres puedan ser movilizadas y aniquiladas en masa en caso de conflicto?-, pero en parte por el nacionalismo y el localismo. Frente a la globalización capitalista, algunas mentes han vuelto sus ojos al nacionalismo-o al localismo, que no es lo mismo, pero que de poco nos sirve-, bien a la creación de nuevos estados- Cataluña, por ejemplo- , bien al fortalecimiento extremo del Estado nación en el que viven, creyendo, ingenuamente, que los partidos o dirigentes que se dicen contrarios al globalismo, son los buenos. Que  se preocupan por ellos y les quieren, siendo la soberanía nacional, o la antaño llamada lucha por la liberación nacional, el ideal por el que luchar. El nacionalismo y el localismo, se quiera o no, son una perita en dulce para el sistema, para las potencias que se enfrentan hoy en el globo, que lógicamente estarán tan contentas de ver que a los rebeldes sólo les interesa lo más cercano, como si eso les molestara o estorbara en su desarrollo militar, en sus peleas, en sus crecientes fricciones .

Este sector no ha aprendido nada de la historia. No me cansaré de repetir que la pomposamente llamada ciudadanía-en realidad recursos humanos, es decir mano de obra de usar y tirar, masa a la que entretener y distraer, carne de cañón si llega el caso- no es para los nacionalpopulistas, localistas, nacionalistas, patriotas o como guste de llamarse más que eso, masa a la que explotar, triturar, manejar, adoctrinar, adormecer . Con banderas al viento y sentimientos nacionales, todo un teatro en el que no son más que comparsas.Y eso inicialmente, porque todo nacionalismo, Trump incluido, es imperialista, busca reforzarse, tomar aire, para lanzarse a la conquista. Así, ¿qué tienen que decir quienes pensaban que Trump sólo pensaba en su nación, aislándose del mundo,  cuando éste ha declarado que piensa aumentar el gasto militar?. Quizá crean que tal gasto militar es sólo para desfiles nacionales.

La situación para poder hacer surgir una internacional real, no de papel, no de bolsillo, es sumamente complicada. Una internacional real implica una política autónoma, un proyecto propio-que evite los ismos que arruinaron otros viejos proyectos, como el marxismo y el anarquismo, por no hablar del nefasto leninismo y sus derivados totalitarios-. Ajeno a los imperialismos mundiales o regionales, USA, China, Rusia, Turquía... pero también al propio Estado nación, que, como ya he dicho, no busca más que nuestro dominio y sometimiento, y si llega el caso, no dudará en llevarnos al matadero. Por tanto no hay que temer ser llamados traidores. Hay que tener claro que todo Estado nación es nuestro enemigo . El trabajo para elaborar un proyecto autónomo es titánico, al igual que el despejar las trampas y las falsas ilusiones nacionales y localistas.

Busquemos lo que nos une, aceptemos lo que realmente somos para todo gobernante y sus medios, televisivos, gráficos...y para los partidos políticos de todo signo y color, porque en ello nos va todo. Por desgracia, de momento, seguimos ciegos nuestras vidas dirigidas y administradas. ¿Despertaremos?. Y, si milagrosamente lo hacemos: ¿habría tiempo de moverse a nivel mundial?.


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