domingo, 9 de agosto de 2020

De la miseria espiritual a la miseria material: la quiebra de la propaganda de la Modernidad y el principio del fin del primer mundo

 Mucho es lo que el COVID está destruyendo en el mundo. Lo fundamental, por desgracia, las vidas humanas. Pero también, por detrás de todo, esa retórica, ese paradigma, esa propaganda que nos situaba en el mejor de los mundos posibles, con unos adelantos tecnológicos que harían imposible que, en el primer mundo, en los países llamados ricos y desarrollado,s pudiera aparecer una pandemia, que se pensaba era cosa del denostado Tercer Mundo.

Incluso uno recuerda tertulias, debates, donde ya se hablaba de lo cerca que estábamos, sino de la inmortalidad, sí de prolongar la vida hasta límites insospechados .Todo gracias a esa tecnología que era vista como algo maravilloso, que nos solucionaría todos los problemas. Ni siquiera se solía tener en cuenta que seguimos viviendo en una sociedad de clases, donde unos dominan y explotan a otros, y por tantos los adelantos tecnológicos podían ser usados por unos, y no por otros, aumentando la brecha de la desigualdad de poder y salarial.

Pero ha bastado una enfermedad infecciosa, que, sin ser moco de pavo no es el Ébola o la peste negra, para tumbar todo ese discurso grandilocuente.Las economías han quebrado y, con ellas, las banderas de la Modernidad. Parece que nos encaminamos a la definitiva cuasi desaparición de la clase media, a una nueva oleada de recortes, de empobrecimiento de la que ya veníamos .La fortaleza del primer mundo capitalista, muchos de cuyos habitantes consideraban inexpugnable, islote ajeno a los gritos de dolor y hambre del resto del mundo, cae  como caen todos los sistemas e imperios, del romano al soviético.

Sin embargo, antes de la miseria material, precursora de ésta, llegó la miseria espiritual. La de unas sociedades vaciadas, sostenidas por unos pies de barro: la promesa, el supuesto pacto social-mera ficción-, de que cada generación viviría mejor que la anterior. Más dinero, más viajes, más diversión, más placeres,más viviendas,  más comodidad, más escuelas y universidades...Eso ha demostrado ser un mito .Pero es un mito que nos ha destruido como individuos. Quien osara ponerlo en duda era tildado de catastrofista, de cenizo, de agorero

Las personas nos convertimos en poco más que estómagos andantes, anhelantes del próximo goce. No se tuvo en cuenta, estas sociedades laicas y descreídas, de que creaban y habitaban una nueva religión mesiánica y cutre, la del progeso indefinido, la del enriquecimiento y acumulación permanente de capital  .Acumulación que también era, y de hecho es en primer lugar, de poder .Generándose un concepto de libertad ajeno al autogobierno y al  autocontrol individual, sino vinculado al hedonismo.


Se esfumaron hace décadas cualquier planteamiento seriamente antagonista y crítico, siendo sustituido por modas diversas e ideas divisivas, que nunca permitirán organizar algo que pueda sustituir al régimen  : animalismos, antivacunas, multiidentidades sexuales para todos los gustos, nacionalismos, racialismos destructores de estatuas del pasado, decrecimiento,feminismos,  y un largo etcétera de movimientos productos de la descomposición de los individuos, todos ellos beneficiosos para el Poder de una u otra manera .

El valor de la conciencia moral, como base a través de la cual basar todo, tecnología incluida, no fue tenido en cuenta, más allá de los discursos hipócritas dirigidos a niños por sus familias e Iglesias, pero que cualquiera de ellos podía darse cuenta que era eso, hipocresía. El amor real, lo que se elogiaba y se elogia en la sociedad de los adultos es el éxito laboral, económico, incluso sexual . Lo demás, pura charlatanería.

Así nació y creció esa sociedad del vacío, la de las personas que eran en relación a lo que compraban, consumían, disfrutaban y gozaban, materialmente hablando, aunque luego pudieran ser fervientes "cristianos" de misa y comunión, o izquierdistas y progresistas entusiastas.

Sociedad que ha durado lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. Aniquilada, aplastada la sociedad de los valores, o El hombre rebelde que diría Alber Camus, ¿cómo vamos a afrontar el tercer mundo que ya llega a nosotros, en primer lugar a nuestro país, España, donde todo está quebrado, Estado incluido?. Lo mismo el resto de Occidente, sostenido artificialmente por inyecciones masivas de dinero.

Sin espíritu fraternal, sin volver la vista a otro concepto de libertad, sin volver a reconstruir la conciencia moral ,solo nos espera la derrota más espantosa .Unos antes, otros después, pero nuestra hora habrá llegado.

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