jueves, 11 de noviembre de 2021

El olvido de sí

 Magnífico libro que nos lleva a la vida de un personaje tan fascinante y extravagante, como desconocido en estos lares: Charles de Foucauld. Vizconde francés que vivió entre fines del siglo XIX y principios del XX, huérfano a temprana edad, quedó al cuidado de su abuelo. Lector voraz, en la adolescencia perdió la fe y posteriormente se introdujo en la carrera militar, llevando una vida muy disipada, malgastando el dinero recibido en juergas con amigos, yendo con prostitutas y llegando a ser despedido por indisciplina.

Su vida fue muy interesante por cambiante y movida. Fue explorador del Sáhara marroquí, escribiendo un libro sobre esas tierras ignotas para los occidentales, por lo que logró reconocimiento internacional. Pero, hombre inquieto y buscador, se fue abriendo nuevamente a la fe, sintiendo la llamada de su Dios y volvió al catolicismo y a sus prácticas rituales.

Su fe católica se inspiró en imitar la vida de Jesús, especialmente su vida oculta en Nazaret, la de trabajador que vivía modestamente entre el pueblo .Renunció al nivel de vida que pudo llevar y a la fama, para irse unos años a tierras sirias con la orden de la Trapa, una de las que llevaba una vida más austera y difícil . Culo inquieto, buscaba servir a los demás y fue partidario decidido del "abajamiento", es decir de descender en la escala social, de buscar la humildad e incluso el fracaso , tal como hizo el Dios cristiano, que se hizo hombre y acabó ejecutado. 


Se trasladó posteriormente a un convento de monjas donde hizo de recadero para ellas. Tampoco estuvo demasiado tiempo, pues al enterarse de que lo veían como un santo, se marchó. Escogiendo un destino aún más duro pero soñado: el Sáhara. Allí vivió entre musulmanes, lo que se llamaba antaño infieles. Llegó a idear proyectos para crear una Orden religiosa, Los ermitaños del corazón, sin ningún éxito.

No logró ningún discípulo, ni ninguna conversión, lo que al principio vivió como un fracaso, hasta que se dio cuenta que no era tal. Que su función era la de dar amistad y amor a las gentes, conviviendo con ellas, a su lado, aunque no compartieran su fe. Su cristianismo fue un cristianismo auténtico, basado en la oración, el ayuno y la caridad. Pero no la caridad del "superior", del que mira con pena o por encima del hombro, sino la caridad del compartir y repartir todo lo posible como un igual y abrir las puertas de la ermita que se construyó por sus propias manos a todo el que pidiera entrar.

En su vida se unen en perfecta  armonía una profundísima fe, una búsqueda incansable y una sed absoluta de la divinidad, con un hombre de acción, que defendía la igualdad del hombre y la mujer y que combatió la esclavitud.

Hombre incomprendido por la mayoría, al final de su vida entendió lo esencial de la atención, así como tuvo una sencilla y profunda iluminación a la vez, que le enseñó el camino real de la felicidad y de Dios. Su vida, su obra, sus intuiciones, marcan el sendero por el que debería caminar un verdadero cristianismo, si éste quiere evitar honestamente su decadencia, sus vidas ajenas a Jesús y buscar el sitio donde debe estar todo cristiano que se quiera auténtico: el último lugar, con los olvidados, fracasados y derrotados, según los valores sociales, que como bien se dicen en el libro son los contrarios a los valores de Dios.

En resumen un libro recomendable y una figura merecedora de ser rescatada del olvido, aunque predicara el olvido de sí, como norma de conducta para encontrarse a uno mismo.




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