martes, 11 de diciembre de 2012

Agonía y éxtasis de Steve Jobs

Se está representando estos días en el Teatro Maravillas el monólogo Agonía y Éxtasis de Steve Jobs
Durante cerca de hora y media Daniel Muriel realiza una brillante interpretación sobre el escenario de la vida y obra del famoso fundador de Apple, el recientemente fallecido Steve Jobs.

Inspirado a su vez en la obra del autor norteamericano Mike Daisey, que tuvo un enorme éxito en su país, el espectáculo recrea los diferentes momentos del recorrido vital de Steve. Desde su infancia de niño adoptado por una familia obrera, a la que convenció que debía estudiar en los mejores colegios-ya se vislumbraba el genio manipulador que sería- a su juventud de hippie y alternativo, donde probó diversos tipos de sustancias como el LSD y practicaba la meditación- aparte de ir descalzo- a su espíritu innovador, arriesgado y creativo, de genio de la informática capaz de rodearse de los mejores talentos.

Agonía y Éxtasis de Steve Jobs nos presenta los claro oscuros del personaje. Junto a su brillantez, su carácter arrogante y autoritario, el maltrato hacia sus subordinados, su lucha por escalar posiciones sin importar copiar a otros. Vemos como el poder y la fama crecientes van corrompiendo en cierta manera al hombre que sin embargo creía que lo que hacía debía hacerlo en beneficio de la humanidad pues consideraba que la tecnología podría liberar al ser humano de sus cadenas. Su progresivo cambio de ideas de tecnolibertario a empresario sin escrúpulos se manifiesta en su idea de que no necesitaba hacer estudios de mercado para ver lo que la gente quería consumir, sino en crear  necesidades constantes en las personas, de ahí que cada poco tiempo crease nuevos productos con un éxito masivo . Aunque en esto no hacia si no seguir la lógica del sistema, que consiste en hacer creer a la gente que la felicidad consiste en rodearse de productos tecnológicos o de otro tipo recientes e ir tirando lo antiguo, por más que funcione perfectamente.

Más allá de las pinceladas que ofrece sobre su vida, su compleja personalidad, lo difícil que le resultaba mantener relaciones de amistad y cooperación estables, sus éxitos y fracasos comerciales, la obra se acaba centrando en cómo es la vida de los trabajadores que en China realizan los productos de Apple, los ordenadores Mac, los Iphone, los Ipad y otros cachivaches tecnológicos que en mayor o menor medida todos usamos.

Inspirándose en un fanático seguidor de los productos de Steve Jobs que, haciéndose pasar por un empresario norteamericano interesado en hacer negocios acudió al centro industrial de China donde se realizan sus productos, Daniel nos enseña la verdadera realidad que hay detrás de la manzana mordida.
Redes para evitar los numerosos suicidios de trabajadores, jornadas de trabajo interminables, menores de 12 o 13 años que trabajan allí, cámaras vigilando constantemente a los obreros y obreras, enfermedades y minusvalías físicas provocadas por la toxicidad y la falta de protección, casas donde se apiñan multitud de trabajadores para dormir, sin apenas espacio, también vigiladas...

Y esta parte es la más dura de la obra y la que más hace reflexionar. Pues nos va quedando claro que nuestro llamada sociedad del bienestar-ya en decadencia- se construye sobre la opresión y esclavización de millones de personas de otros países. Nos hacemos conscientes de cómo muchos de los productos con los que convivimos y usamos, tiramos y volvemos a comprar están hechos por manos humanas trabajando en condiciones inhumanas.

Steve era un entusiasta de la perfección de los productos, de la estética, pero no le importaba lo que había detrás. De todas formas la obra no culpa al fundador de Apple, señala que en mayor o menor medida nuestro mundo está organizado de esa manera, y otras grandes empresas hacen lo mismo.
El monólogo también nos señala a nosotros como responsables por no tener ningún interés en saber la verdad. Y, para terminar, uno no deja de hacerse una pregunta incómoda: puesto que nuestros países están en caída creciente, mientras China y otros avanzan, ¿no nos espera a los antiguos países ricos occidentales un futuro imagen de lo que sucede ahora laboralmente en China?.

Sólo por eso debemos ver la obra y darnos cuenta de que los papeles pueden cambiar, aunque pensemos que eso a nosotros nunca nos sucederá, que somos diferentes de los chinos...


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