domingo, 16 de diciembre de 2012

Sobre el hedonismo



Si consideramos el hedonismo como una filosofía de vida basada en la búsqueda y obtención del placer como idea central y reflexionamos sobre la sociedad moderna encontramos la conexión entre sociedad de consumo-en progresivo derrumbe en Occidente por la crisis, especialmente en los países del sur, no sabemos si de forma pasajera o definitiva- y hedonismo. Pero también hemos de reconocer como el consumismo-hedonismo de las sociedades modernas se aleja de antiguas corrientes de pensamiento hedonistas como las de Epicuro o epicureísmo donde se defendía la moderación en el placer y se ensalzaban valores como la amistad, es decir que no se negaba la importancia de los placeres entendidos como placeres elevados o espirituales.

El hedonismo moderno se acercaría más a la corriente filosófica cirenaica, que carecía de una visión espiritual de los placeres. Pues bien, el hedonismo actual inició su expansión en los años sesenta del siglo veinte coincidiendo curiosamente con el desarrollo de movimientos sociales llamados alternativos, o especialmente con la contracultura. No vamos nosotros a defender que hippies, panteras negras, feministas y demás fueran creados intencionalmente por el sistema pero si podemos sostener que la contracultura terminó rápidamente convertida en un negocio, atrapando las mentalidades inconformistas en las redes de la naciente sociedad de consumo, impulsando precisamente los valores hedonistas del placer como elemento central en la vida, todo ello rodeado de una mercadotecnia y discurso supuestamente rompedor y crítico, o transgresores de los valores tradicionales.

Debemos destacar que aquellos años manifestaron la cada vez más potente capacidad del poder, ayudado por nuevas tecnologías como la televisión de colonizar las mentes y comportamientos de sus siervos, ya se etiqueten éstos  como conservadores o progresistas e incluso antisistema o alternativos, hacia el modelo económico, social, político e incluso moral que ellos quieran.

Por las circunstancias que fuera consideraron llegado el momento de crear una sociedad de consumidores compulsivos para lo cual era necesario inocular el virus del hedonismo exacerbado. Preparado el terreno con anterioridad con la industrialización primero y progresivamente con la implantación del demoledor y liberticida trabajo asalariado, elementos esenciales para crear la sociedad rebaño, era sencillo dar un paso más en la destrucción en poco tiempo de hombres y mujeres creyentes en los valores de la conciencia frente a los meramente materiales.

A través de la publicidad, las nuevas tecnologías, el bombardeo continuo de imágenes publicitarias en nuestras casas y en la calle se ha logrado construir en no muchos años unas comunidades de seres vaciados interiormente, guiados en la búsqueda de lo más primario, de lo material, buscadores de la felicidad entendida como logro de buenos sueldos, éxito profesional, éxito con el sexo opuesto-o el mismo-; ha triunfado la idea de seguridad  frente al riesgo de la libertad, la del tener frente al ser, la comodidad frente al esfuerzo, el que nos sirvan al servir, la de los derechos exigidos a las alturas frente a los deberes con los iguales, la de dominar o ser dominados frente a no dominar ni ser dominados, la no reflexión o reflexión mínima frente al pensamiento profundo y el reconocimiento de la complejidad del mundo, el horror y fealdad del arte moderno frente a la belleza del arte de antaño, la adscripción a modas progresistas o gurús progres frente al pensamiento clásico con sus luces y sombras, el egocentrismo y el individuo atomizado frente al apoyo mutuo y el cooperativismo, la mercantilización de la vida frente a la economía del don, la sexualización banal como objeto de consumo frente a la sexualidad natural como deseo de unión carnal de dos cuerpos ,el ocio dirigido , irreflexivo, no participativo de multitudes encerradas en espacios destinados para ello frente al ocio libre, creativo y comunicativo.

El triunfo de los “valores” de la sociedad de consumo y hedonista  no sólo ha supuesto esa demolición de los valores humanos y espirituales de los que hablábamos anteriormente sino que supone un éxito para los poderes estatales y capitalistas pues al convertir la vida en una lucha de todos contra todos para lograr más bienestar material, los seres humanos y la resistencia se debilita. Ya apenas subsisten grupos o ideas revolucionarias cuyo objetivo sea realmente una transformación de nuestras vidas, la reconquista o creación de una civilización más elevada que valore la libertad, el bien, la belleza, la verdad, la amistad, lo inmaterial…

De derecha a izquierda y radicalismo todo es un desierto donde se comparten los valores esenciales materialistas y ese desierto nos está cubriendo de polvo y arena, dificultándonos el encontrar una salida a la desertificación de los cuerpos y almas. Cuando las luchas perecen limitarse  a mantener sea como sea la sociedad de consumo de antes de la crisis, esa que nos ha ido liquidando internamente, las clases dirigentes habrán vencido, pues del 15-M a Rodea el Congreso y otros movimientos de protesta no parece haber más objetivo que lograr nuevos y mejores amos que guíen nuestros pasos, que mantengan un paraíso basado, en parte, en la explotación feroz del tercer mundo.

Pero ese paraíso toca a su fin. Y es en ese interregno en que unas potencias caen y otras emergen donde está la posibilidad de estructurar una alternativa. De momento casi nada se vislumbra y no hay mucho tiempo, pues quienes vienen tienen los mismos disvalores que nosotros ,e incluso reforzados.

Qué movimientos realizarán las viejas o nuevas oligarquías dominantes no podemos saberlo, posiblemente reforzarán los mecanismos de domesticación hasta que el desarrollo definitivo de nuevas tecnologías como la manipulación genética, la creación de seres humanos en masa o nuevas drogas legales que creen estados de euforia y felicidad,les permitan dar el salto definitivo. Y ese salto es el que viene magníficamente retratado por Aldous Huxley en Un Mundo Feliz.

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