He tenido ocasión de leer recientemente un libro del profesor de economía en la Universidad de Leon, Alfredo Macías Vázquez: El colapso del capitalismo tecnológico. En este texto, de difícil lectura, todo sea dicho, para los que no estamos versados en economía, el tocayo se interroga sobre el porqué del incremento del paro, el subempleo, la desigualdad y la pobreza, entre otros aspectos, en un mundo de constantes avances tecnológicos, avances que todos los portavoces mediáticos del sistema nos presentan como maravillosas soluciones a los problemas.
Para Alfredo Macías el capitalismo ha alcanzado sus límites internos. Cada vez produce menos valor y, por tanto, ya no es capaz de acumular capital para relanzarse como en otras etapas históricas logró con, por ejemplo, la ampliación de mercados en el colonialismo, o en el fordismo, generando un enorme consumo de masas, gracias a los mercados interiores y el abaratamiento de los precios de los productos.
Las revoluciones tecnológicas hacen que cada vez se necesiten menos trabajadores, menos necesidad de trabajo abstracto, generador del valor. Frente a las visiones de los que hablan de impulsar un capitalismo productivo como solución frente a la financiarización o capital ficticio actual, para Alfredo el capitalismo financiero actual vino como una huída hacia adelante ante la imposibilidad de mantener el capitalismo fordista.
En El colapso del capitalismo tecnológico se sostiene que el capital es una relación social, una relación abstracta e impersonal que cosifica a las personas. Las personas son dominadas por las cosas, personalizándose paradójicamente las cosas, las mercancías.
El autor, pese a que evidentemente se sitúa en la órbita del pensamiento de Marx, no deja de criticar a la mayoría de los marxistas o neomarxistas actuales, y los esquemas reformistas o voluntaristas que creen en la autonomía de la política, en la posibilidad de salir del túnel en el que estamos sin rechazar las categorías del capitalismo, como las de mercancía, valor y dinero. No hay, sostiene Alfredo Macías, unos malvados, las derechas, los capitalistas, y unos buenos, las izquierdas, el pueblo. Y por tanto nada cambiará, como podemos ver, poniendo a los supuestos buenos en el poder.
Todos son presos de las lógicas abstractas e impersonales que controlan nuestros comportamientos.
Finalmente el libro realiza críticas a ciertos pensamientos supuestamente críticos actuales como el postobrerismo de Negri y el de aquellos que ven en el trabajo inmaterial, en el mundo digital, de las redes sociales, de los hipotéticos bienes comunes del espacio virtual, una salida al capitalismo. Rechaza, por tanto, el ciberkeynesianismo. Pero también el decrecimiento, por su lógica ingenua y voluntarista, politicista, que tampoco pone en duda el mundo de las categorías abstractas que nos domina. Y, por supuesto, el mito de China como potencia del futuro ajena al colapso sistémico.
Estamos ante un texto que podría haber sido muy interesante, pero que el autor no logra hacerlo asequible a la mayoría de lectores que, interesados por lo que está pasando, y que sin tener casi nociones de economía coincidimos simplemente por experiencia y observación de la realidad con la tesis del derrumbe capitalista-derrumbe lento frente al desmoronamiento velocísimo del comunismo, o capitalismo burocrático como lo define el autor-. Sólo en pequeñas partes del texto podemos respirar mientras leemos, lo que no es buena señal.
Quizás un anexo final explicando sencillamente todos los complejos conceptos y teorías que usa habría simplificado la lectura, convirtiéndola en algo muy estimulante, como podía haber sido. Pese a todo, con todos esos peros, es un libro que merece leerse como antídoto frente al mundo rosa y engañoso que nos ofrecen las legiones de paniaguados del orden actual. Y no es necesario ser marxista para ello. Es más, podemos pensar, como en mi caso, que el marxismo como ideología de poder fue un horror, pero tener interés hacia algunos análisis de Marx sin ismos de ninguna clase.
https://archive.org/download/Anbasis12130X17ElColapsoDelCapitalismo/Anabasis121-30x17-colapso.mp3
Una buena guerra Mundial recompondría -para los que quedaran- un mundo que de nuevo crecería. Las guerras, además de horrorosas, han servido para reconfigurar el mundo y el capitalismo. Nunca Europa, incluidos Japón y Alemania, han crecido tanto y de forma tan sostenida como tras su derrota en la guerra. Las guerras son positivas en términos macroeconómicos. Transforman el mundo. Otra cosa que nos podemos plantear es que una guerra ¿entre quiénes? ¿qué tipo de guerra en la era tecnológica y en un mundo en que ya no nos planteamos expansiones geográficas?No parece ya muy viable pues las guerras del futuro serán muy diferentes a las del pasado, serán cibernéticas. No sé si el capitalismo está cayendo, pero probablemente vivamos la época más próspera de la historia, la menos conflictiva, la que menos hambre y enfermedades hay, lo que no quiere decir que el mundo sea perfecto, pero comparativamente con el pasado no tiene color. El cambio climático y la Inteligencia Artificial son los dos grandes desafíos para el ser humano del siglo XXI. Saludos.
ResponderEliminarSaludos Joselu.
ResponderEliminar