jueves, 1 de julio de 2021

La sociedad paliativa

 Nuevamente nos sorprende Byung-Chul Han con un breve y magnífico texto, trufado de frases profundas y reflexiones demoledoras sobre nuestras vidas, sobre el presente.

En La sociedad paliativa se reflexiona sobre el rechazo del dolor y el sufrimiento de nuestra civilización, que solo busca la positividad, la felicidad y el placer .Detrás de ello está escondido un imperativo del sistema neoliberal actual: bajo el "sé feliz" se busca maximizar el rendimiento, es decir explotar y, sobre todo, autoexplotar a los individuos. Sin embargo sin dolor no hay conocimiento, no hay verdadera vida y, paradójicamente tampoco hay felicidad, felicidad que Han, muy acertadamente define como algo fragmentario. Tampoco empatía, ni verdadero amor y amistad, como podemos contemplar en esta sociedad donde el otro es un mero objeto de consumo .Por tanto la sociedad paliativa, sociedad de quienes soñamos con evadirnos del dolor, en castigo recibe doble ración de sufrimiento: el aumento de la ingesta de medicamentos para los problemas psicológicos múltiples que nos acosan y también, por ejemplo, del suicidio, son ejemplo de ello. Por supuesto en la sociedad paliativa del rendimiento esas problemáticas, en el fondo sociales, son presentadas como problemáticas meramente individuales, de responsabilidad exclusiva de la persona. Con la palabrería hueca posmoderna de la positividad y la resiliencia, el que todo lo podemos, asunto resuelto.



Critica el libro la obsesión por mantener la salud frente a la búsqueda de la vida buena, que debiera ser la brújula que guiara nuestras vidas. Esta obsesión, este pánico a la enfermedad, esa histeria por sobrevivir que con la pandemia se ha desatado como tormenta, nos transforma en muertos vivientes, ya que hay desaparecido todo sentido profundo de la vida, convertida en puro biologicismo.

El desarrollo natural de esta forma de vivir, exacerbada por el virus, nos lleva a un régimen policial biopolítico que extenderá sus tentáculos al interior del organismo, generando una situación de dictadura interior, pero que es percibida como libertad al encubrirse con el discurso de la salud, cosa que podemos observar con la fe ciega en las vacunas de ARN, obligatorias de facto cuando no de hecho. Y es que la salud, la ciencia, se han transformado en la nueva religión, junto a la tecnología digital. Así acabamos de asistir a un amago de política represiva concentracionaria: unos jóvenes forzados a encerrarse en un Hotel Covid, -sustituyendo judíos por posibles pacientes aquejados de Covid-19- con la aquiescencia, curiosamente, de los tertulianos y gobernantes de las izquierdas, convertida en el sector más fanático.

 Esto conecta con los sueños transhumanistas de una vida sin ningún dolor, sufrimiento ni siquiera aburrimiento, e incluso inmortal. Una vida de seguridad y confort permanente que no sería vida, pues, insistimos, no hay verdadera vida sin el vivificador dolor, que nos saca del narcisismo, del ego, para conectarnos con la alteridad, con los otros.



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