sábado, 16 de marzo de 2013

Tiempo, historia y sublimidad en el románico rural

Con un título más largo que un día sin pan  Tiempo, Historia y Sublimidad en el románico rural. El régimen concejil, los trabajos y los meses, el románico amoroso, mi amigo Félix Rodrigo Mora ha publicado un libro donde rescata toda una formación social que vivió en la alta edad media en la Península Ibérica no musulmana y que fue capaz de crear desde unas formas de vida y organización política y económica muy diferentes a las del mundo moderno hasta un arte, el románico rural y popular que rompe con la imagen dominante de la edad media.

Y es que para nosotros lo fundamental del libro es el intento de acabar con la visión de la edad media como una época oscura, de represión, donde imperaba el feudalismo, pudiendo los señores hacer y deshacer a su antojo.

Todo este andamiaje académico que ha logrado construir esa imagen tenebrosa del medioevo, Félix logra desmontarlo analizando como eran realmente aquellas comunidades no sometidas al islamismo o que se fueron librando de él y que tipo de cosmovisión las guiaba.

 Pues bien, una de las primeras sorpresas que recibirán quienes se animen a leer el texto es que, frente a la idea de que imperaba el feudalismo y el pueblo no era nada, nos encontramos con villas y aldeas gobernadas por el Concejo abierto, el cual era la reunión de los vecinos en Asamblea para decidir sobre cuestiones y asuntos que afectaran a la vida de la comunidad, donde se nombraban los cargos-anuales-, las medidas económicas, se decidían las leyes, o el llamado derecho consuetudinario...

Nos encontramos, por tanto, ante un sistema democrático mucho más profundo y avanzado que el nuestro, pues la colectividad era la que tenía casi todo el poder, disponiendo de una milicia propia-no confundir con fuerzas militares o policiales profesionalizadas o separadas, al servicio de la clase dirigente, como en la actualidad- y de propiedad mayormente comunal, no habiendo lugar por tanto para el capitalismo, para el trabajo asalariado, nueva forma de esclavitud que sustituyó a la del mundo antiguo de Grecia y Roma, por ejemplo.

Frente al mito del feudalismo y de la Revolución Francesa como impulsora de la democracia, vemos que, gentes sencillas, habitantes de campos y aldeas de los siglos IX, X, XI y XII lograron crear un sistema democrático desconocido y olvidado en la actualidad.

Uno de los aspectos más interesantes del libro, es la tesis de Felix que sostiene que el ideal, la cosmovisión que hizo posible estos logros, fue el predominio de una visión cristiana revolucionaria o evangélica, la que se manifiesta en Hechos de los Apóstoles, El Apocalipsis o pensadores como Beato de Liébana. Tal cristianismo, muy cercano al original, tenía en el amor y en el rechazo a Roma y a la Iglesia oficial sus puntales. La sociedad del amor, de la convivencia fraterna y afectuosa entre los seres humanos requería evitar la propiedad privada y las jerarquías de mando, pues una sociedad jerárquica y con propiedad privada concentrada, suponía una sociedad de enfrentamiento y odio de unos a otros, lo cual se oponía al mensaje evangélico.

Este cristianismo, desgraciadamente, acabó perdiendo la batalla frente al pseudocristianismo representado por la Iglesia católica que acabó desfigurando las ideas de Jesús y sus primeros seguidores. Por otra parte, la expansión del poder de la corona, primero muy débil, siendo poco más que mediadores de conflictos, acabó con el paso de los siglos por destruir el sistema concejil y comunal, que acabó definitivamente liquidado con la revolución liberal de 1812 y las sucesivas desamortizaciones, que más que contra la Iglesia fueron dirigidas contra lo que subsistía de comunal.

Por otra parte, también es un elemento muy curioso del libro la presencia de lo sexual en las iglesias románicas, desde penes y vaginas hasta coitos e incluso bestialismo o zoofilia. Y es que ese cristianismo revolucionario del mundo concejil, aceptaba de buen grado la sexualidad, pues consideraban que ésta era algo natural, que una verdadera espiritualidad no debe considerar inferior las necesidades y deseos naturales, que debe darse un equilibrio entre lo carnal y lo espiritual, de ahí la también presencia del amor no sexual, y de escenas de lucha contra serpientes o monstruos, símbolo de la lucha interior que todo hombre o mujer debe llevar en su interior para no sucumbir al mal, pues tales comunidades consideraban al ser humano un ser bipartido que debía esforzarse por hacer el bien. 

De hecho, las numerosas imágenes de hombres y mujeres enseñando penes y vaginas implica un rechazo a la filosofía platónica,filosofía que condenaba la corporeidad y consideraba inferiores todas las funciones físicas. Las comunidades del románico rural combatían tal filosofía, que acabó siendo la de la Iglesia, con esas imágenes. También aparecen numerosas pinturas de trabajadores, pues el trabajo manual era considerado fundamental, y necesario si se quería poner fin definitivo a la esclavitud, cosa que lograron.

De especial interés es su mención a los monasterios mixtos y familiares, donde convivían hombres y mujeres compartiendo todo, en régimen de igualdad. Como era de esperar, el monacato revolucionario fue denunciado por la Iglesia y destruido por el poder real.

Aunque somos conscientes de que el libro no interesará a mucha gente nosotros lo recomendamos a todos y todas aquellas que quieran conocer otra versión de la historia alejada de la oficial, y también a todos aquellos que sueñen con rehumanizar nuestras vidas, alejándose de los valores dominantes del culto a lo económico, el dinero, el consumo, el odio a los iguales, el enfrentamiento y la voluntad de poder. y es que la sociedad concejil nos da la esperanza en que otra vida, otros valores son posibles. Que no siempre han reinado las fuerzas de la opresión y la deshumanización, que han logrado, en el mundo del hoy, construir una humanidad sin esperanzas ni sueños elevados.


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