sábado, 15 de febrero de 2014

Kafka enamorado

El director teatral Luis Araújo nos presenta, en el Centro Dramático Nacional, la interesante obra Kafka enamorado.

Escritor de fama universal, creador de un universo literario especial, con personajes atrapados en situaciones absurdas, convertidos como Gregorio Samsa en un gigantesco insecto o bien como otros en perseguidos y acusados por la justicia sin saber el porqué. Sus novelas y relatos consiguen sumergirnos en un mundo angustioso, surrealista, donde no hay salida, donde el hombre se sabe condenado de antemano, donde nunca se logra encontrar una respuesta, una explicación, una esperanza de salir del laberinto, de la pesadilla. Reflejo, en parte, de sus intuiciones del futuro negro que se avecinaba sobre Europa y de los miedos, dudas, incertidumbres y temores de su mente.

La pieza teatral se centra en un episodio de la vida de Franz Kafka, su relación, más epistolar que carnal, con Felice Bauer. Mujer moderna e independiente, directiva de una firma comercial en Berlín, conoce a Franz en casa de un amigo de éste, Max Brod, amigo que salvaría sus obras rompiendo la promesa hecha a Kafka de destruirlas, y al que debemos, por tanto, conocer sus maravillosos y enigmáticos textos.

Pese al enamoramiento de ambos, la personalidad del escritor checo, sus dudas continuas, sus vacilaciones ante todo y todos, su espíritu anticonvencional, disfrazado bajo una vida burguesa que en su fuero interno rechazaba, no le permitieron culminar la relación y casarse con Felice.

Sentía que debía dedicarse por entero a lo que más amaba, la literatura, y que una vida familiar y burguesa era incompatible con su sueño de escribir. 

Por otra parte, pese a sus ansias de libertad, Kafka fue un hombre que nunca logró librarse de la influencia autoritaria de su padre, con el que apenas se cruzaba palabra. Era Franz un hombre hipersensible, que no se encontraba a gusto en la vida social, que soñaba con escribir mañana, tarde y noche en un cuarto, comiendo lo imprescindible, como un ermitaño de la escritura.

Por todo esto e, intuimos, por afinidad a su personalidad, que por un pánico no reconocido a las relaciones amorosas con mujeres, al compromiso-no tanto por egoísmo, sino por miedo al fracaso, a no  lograr hacer feliz a la mujer amada, a sentirse incapaz de creer en sí mismo, en su posibilidad de poder convivir con una mujer-que se intuye en sus cartas, en sus reacciones, la relación acabó por romperse, en una escena final de gran hondura y sensibilidad, una de las mejores en nuestra opinión de toda la obra.

La decisión quizá le alejó de la felicidad y, a nivel personal, es probable que Kafka viviera el resto de su corta vida con el dolor de la ausencia, con el peso agobiante de una decisión equivocada, lo que podría tener reflejo en los ambientes angustiosos y las mentalidades derrotistas de sus personajes protagonistas.

No obstante, para sus lectores a lo largo del mundo, la decisión es la correcta .Sin ella, probablemente no habríamos conocido esos mundos a la vez mágicos y sombríos, que tan bien reflejan la situación de soledad y sinsentido de las vidas de los hombres y mujeres del mundo moderno y sus Instituciones lejanas, inexpugnables, cual fortaleza celestial, para las cuáles no somos nada, sólo una inicial, porcentajes estadísticos.

Quienes amen a Kafka, su personalidad, su grandeza y sus miedos, sus bellas y desoladoras páginas,la fragilidad y dolor de los seres que las atraviesan, las cuáles, como él pretendía, abren extensas heridas en nuestra conciencia, deben pasarse por el teatro para conocer un poco mejor el tortuoso y agitado interior del célebre checo, aquél que le permitió captar, como el radar de un murciélago, lo que se avecinaba.




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