Frente a los recortes y el empobrecimiento creciente la
reacción generalizada es volver la vista atrás y defender el llamado Estado de
bienestar y la vuelta a épocas de alto nivel de consumo.
Sin embargo nosotros consideramos que hay otras formas de
lograr una vida digna para la población que no pasan por reconstruir la
sociedad de consumo, despilfarro y endeudamiento ni por recibir algunas migajas
por parte de la oligarquía capitalista reinante.
Aunque es más complicado, pensamos que tenemos que ir
analizando cómo organizar un sistema de producción y distribución de la
riqueza en manos de la misma sociedad, de los mismos trabajadores.
Y urge plantearlo con seriedad y cierta rapidez, pues el tiempo se nos echa encima y pese a los discursos engañosos del gobierno del PP vendiendo la moto de la recuperación, y el de la oposición socialista pidiendo el voto para salir del atolladero, es indudable, hoy por hoy, que en nuestro país no hay un tejido productivo sólido que pueda permitir pensar en una verdadera recuperación sólida y estable, sino, todo lo más, algún tiempo de leve mejoría para a la mínima volver a hundirnos ante una nueva crisis.
¿Cómo sería ese tipo de organización económica alternativa
que permitiría lograr cierto bienestar, una vida digna para las comunidades?.
En nuestra opinión sería un sistema que impulsara la propiedad comunal; frente
al falso dilema entre propiedad privada o pública-estatal- nosotros defendemos
la recuperación de los campos, fábricas, talleres y demás por la sociedad, por
las comunidades humanas donde estén localizados los medios de producción,
siendo cedidas en usufructo a los trabajadores que se encargan de la producción,
organizados en cooperativas autogestionadas, con pleno respeto, por supuesto,
al autónomo y a la propiedad privada
individual o familiar que no implique asalariados, que estarían en igualdad de
condiciones, con los mismos derechos y deberes que el resto de trabajadores
organizados en un sistema autogestionado de trabajo.
¿Y por qué creemos que este sistema es preferible para
garantizar una condiciones dignas de existencia? Pues por el simple motivo de
que no existiría una o unas estructuras jerárquicas que organizaran e
impusieran a la sociedad cómo y qué producir, en qué condiciones, que se
considera trabajo y qué no, quiénes son útiles y quiénes parásitos y por
supuesto la distribución de la riqueza. Serían las mismas colectividades y los propios trabajadores quienes decidieran todos los asuntos referente al
trabajo .Y esto permitiría una verdadera redistribución y reparto de la
riqueza, e incluso del trabajo, así como, probablemente, cambiar el concepto de
éste, algo fundamental en una situación donde el trabajo asalariado va
escaseando cada vez más.
Muchas personas, de buena fe, piensan que la solución está
en la mera redistribución de la riqueza y
sueñan, ingenuamente, en la existencia de unos gobernantes amantes de sus
súbditos que se quitarían la comida de la boca para darla a los necesitados .
Normalmente tales personas creen que las oligarquías de izquierdas son las que
van a hacer todo eso.
Fácil es ver, sin embargo, que eso nunca ha sido así .La historia
de todos los regímenes comunistas es la prueba de la futilidad de tal
pensamiento. Todo Poder, toda oligarquía, busca defender sus privilegios,
expandir su dominio, de ahí que quienes pretenden que la crisis las paguen sus
responsables, se equivocan gravemente: ¿o acaso alguien cree que las clases
dirigentes se va a autocastigar?.
Una sociedad autónoma, o autogobernada, con predominio de
propiedad común, o democrática, sería más sólida, más cohesionada, habría lazos
solidarios más fuertes, frente a la atomización de las sociedades jerárquicas
capitalistas, socialistas o populistas donde la gente se divide
mayoritariamente entre quienes defienden la privatización con el argumento de
una supuesta mayor eficacia y quienes defienden lo llamado público con la falsa
idea de que lo público es del pueblo. Y tanto privatizadores como estatalistas,
todo lo confían en sistema de poder vertical, en recibir por parte de los
poderosos algunas prestaciones.
Una economía autogestionada, basada en los bienes comunes,
facilitaría el desarrollo de unas organizaciones de producción y distribución cooperativistas,
horizontales, que no abandonarían a su suerte a sus miembros, salvo, por
supuesto, a quien quisiera, pues el respeto a la libertad debe ser absoluto.
Lógicamente tal sociedad es difícil de lograr, pues requiere
el esfuerzo continuo de sus participantes, de sus impulsores, frente a la
tentación de dejar hacer a otros, que otras personas decidan, lo que nos
permite replegarnos en nuestros asuntos privados .Si bien por supuesto, el
coste de replegarnos en nuestro mundo privado es aceptar que, en situaciones
como la actual, seamos lanzados poco a poco por el barranco, que es lo que está
sucediendo, nada sorprendente, por tanto , para quienes quieran atreverse a
pensar por su cuenta y riesgo.
Otro gran problema que tenemos para lograr abrir en las
mentes de la gente resquicios a nuevas formas de ver y entender la vida es el
peso que aún tiene el pensamiento izquierdista y sus organizaciones. Partidos
viejos y nuevos como IU, Podemos, Frente Cívico de Anguita, el SAT del alcalde
vitalicio Sánchez Gordillo y demás, representantes en mayor o menor medida del
viejo totalitarismo comunista, del leninismo, castrismo o guevarismo
autoritarios y caducos, son un tapón que, con sus ansias de constituirse en una
nueva oligarquía roja, atraen a sectores descontentos con lemas demagógicos y
tramposos como Poder Popular, y demás consignas engañosas que pudimos escuchar en manifestaciones como la del 22M.
Hay que afrontar muchos problemas, pero nos parece esencial
desarrollar un nuevo concepto de bienestar, un bienestar autogestionario, que
no es ni más ni menos que ir hacia una nueva civilización, sin dirigentes y
dirigidos, pues al final, en esos partidos desiguales, siempre ganarán los
dirigentes, sea cual sea el colorido con que se vistan.
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