Tras unos largos años en que Estados Unidos y sus aliados
occidentales podían invadir países o alentar golpes de Estado o
desmembramientos de naciones, como la antigua Yugoslavia, recientes
acontecimientos están poniendo fin a esa política.
La primera advertencia fue Siria. Rusia, país aliado del
dictador Sirio, enseñó los dientes a Occidente, que ya se preparaba para
intervenir. En parte por la respuesta rusa, en parte por el enorme déficit que
asola a los Estados Unidos, la ya casi esperada por todos intervención en Siria
se frenó.
Ahora es Ucrania. Tras una revolución o golpe de Estado-cada
cual lo interpreta a su manera- contra el gobierno prorruso en Kiev, la capital
del país, azuzado por la UE y los norteamericanos, Rusia ha tenido una rápida
reacción que ha sorprendido a Occidente y sus medios de comunicación. Putin ha
movilizado a sus tropas y con el apoyo del Parlamento se prepara para invadir
Ucrania, comenzando por Crimea, que, a estas horas, mientras escribo, está cayendo
sin la menor resistencia.
Más allá de lo que suceda en un próximo futuro, siendo
impredecible saber si a Rusia invade o no el país, y si el ejército ucraniano
resiste-que es muy probable que no lo haga-, lo que implica lo acontecido en
Siria y Ucrania es la caída y decadencia lenta del Imperio norteamericano y sus
aliados de la Unión Europea.
Se están acabando los tiempos de total impunidad para hacer
y deshacer por parte de Occidente. Y, en una repetición del clima y el ambiente
de la Tercera Guerra Mundial, con conflictos alejados de los países centrales, la Cuarta Guerra Mundial,
que al principio parecía iba a ser nuevamente ganada por Occidente, parece
tomar un sesgo menos favorable para los USA, si bien las espadas siguen en lo
alto.
Como en otros conflictos, el pueblo, los pueblos, están
siendo las víctimas de la manipulación de unos y otros, siendo movidos cual
rebaño por la propaganda de ambos bandos, que quieren presentar a unos como los
buenos, como las fuerzas del bien, y a los otros como los malvados de la
película. Pero que nadie se lleve a engaño. Asistimos a una lucha por el
predominio económico mundial entre viejas y nuevas potencias, ya sin máscaras
ideológicas. Gane quien gane, nosotros perdemos, pues es evidente que Rusia y
su sistema en nada es mejor que el de sus oponentes.
El problema, el error que ha cometido Occidente, es que ha
sobrevalorado sus fuerzas, entrometiéndose en los asuntos de un país a las
puertas de Rusia, en lo que ha sido un claro error de estrategia.
Rusia reacciona y la decadencia del bloque occidental parece
acelerarse, pues ya no inspira un santo terror en sus rivales en la lucha internacional, en el movimiento de piezas en el tablero mundial.
Tras Siria, Ucrania es la segunda advertencia dirigida a
Occidente de que ya nada será como antes.
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