En la desconocida Editorial Voz de los Sin Voz, continuadora de la antaño famosa en tiempos de la clandestinidad antifranquista Editorial ZYX, impulsada por un pequeño grupo, el Movimiento Cultural Cristiano, partidario de un cristianismo obrero y autogestionario -rara avis en el mundo católico y cristiano en general, aunque en mi humilde opinión el cristianismo o es comunal y autogestionario o no es- me hice con un libro interesante, de título sugerente : ¿Internet nos hace estúpidos?.
En él, escrito por varios autores, se hace un interesante análisis de uno de los instrumentos tecnológicos más exitosos de nuestra época, y que a casi todos nos envuelve, como la melodía de las míticas sirenas de Ulises que con sus cantos arrastraban a los marineros a la muerte: internet, las redes sociales.
El texto, reconociendo sus bondades y considerando que ya no podemos prescindir de tal invento-pese al título, el libro no supone una condena al infierno de esa tecnología- plantea un interrogante, la constatación de una incómoda realidad: las redes sociales parecen estar limitando nuestra capacidad de pensar y leer con profundidad.
Muchos inventos producen alteraciones cognitivas, como fue por ejemplo la invención de la escritura y por tanto la capacidad lectora, e internet no es una excepción. La primera parte del libro, quizá la menos apasionante, se centra en el estudio de los cambios neuronales producidos a lo largo de la historia por el desarrollo tecnológico.
La última parte, la más amena para mí, es la que señala, entre otras cosas, la pérdida de capacidad de concentración en la lectura, la mayor dispersión de la mente, acostumbada a "clikear"constantemente, y a pasar de una información a otra. La dificultad de leer textos largos y densos, acostumbrados también al formato digital de frases y textos breves, es un efecto negativo de la redes sociales.
Más información no tiene por qué implicar mayor conocimiento, al revés, como se expresa en la contraportada de la obra, se obstaculiza la capacidad de comprensión y empatía. Una mente tranquila y atenta, requiere de la contemplación, los estímulos constantes de la red, lastran su desarrollo.
Habría otros elementos negativos: desde la evidente pérdida de intimidad y por tanto de libertad al exponer toda nuestra vida y nuestros gustos, a la posibilidad de una creciente concentración de riqueza y poder por parte de las grandes corporaciones tecnológicas y el riesgo consiguiente de despidos masivos al producirse casi todo por medio de software.
Podríamos hablar de otros aspectos negativos-en los que el libro no entra-, desde el acoso por las redes, a la violencia o insultos. Este es un tema muy delicado, pero hay algo en las redes sociales que limita el autocontrol, y, aunque personalizando, suelo evitarlo en todo momento, mi gusto por el debate me ha llevado en alguna ocasión a manifestar alguna crítica a personas e ideas de manera muy inapropiada.
He sido consciente de eso y reconozco que me ha echo sonrojar de mí mismo, siendo cada vez más claro para mí el que Internet no favorece el debate sereno, el encuentro ni realmente la capacidad de transformar en positivo la realidad. En este último punto hay autores que en alguno de sus libros mencionaron que la Red no es más que un enjambre digital-Byung-Chul Han-, una multitud vociferante, aislada individualmente en muros, y, pese a la ficción de lo contrario, incapaz de una acción conjunta.
Otro aspecto destacable del libro es su rechazo a la idea de que las tecnologías son neutras, que dependen de su uso. Es la postura del llamado "idiota tecnológico" según los autores. Una ingenuidad que no tiene en cuenta que la tecnología es creada por un sistema de dominio y que, por tanto, muchas veces con ella se sirve a los intereses de los opresores, de diversas maneras.
Para finalizar vuelvo a la contraportada y me quedo con su frase final: Seamos protagonistas de nuestra vida, de nuestro tiempo. Construyamos asociación, necesitamos afrontar juntos esta nueva civilización que está naciendo.
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