sábado, 5 de abril de 2014

Reflexiones sobre los límites del decrecimiento.


 Una de las teorías actuales que ha tomado cierta fuerza y en cuya defensa se oyen diversas voces desde diferentes medios alternativos y algunas fuerzas políticas, fundamentalmente ecologistas, es el decrecimiento.

Tal idea, presentada  como la salida a la situación crítica actual merece una reflexión, especialmente en circunstancias que requieren del renacer de un pensamiento serio de cambio social.

Frente a la opinión, hasta ahora mayoritaria, de presentar el crecimiento y el incremento del consumo como algo positivo, como algo a buscar, ha surgido la idea del decrecimiento que propugna una reducción en el nivel de producción, desarrollo económico y consumo para evitar la destrucción de la naturaleza, de los recursos naturales, que no pueden explotarse hasta el infinito ,pero también de los seres humanos.

El decrecimiento propugna teóricamente una sociedad frugal, basada en la vida sencilla, en hacer más con menos y en potenciar las relaciones sociales y las formas de vida y organización no productivistas, más humanas y cercanas.

Nosotros estamos de acuerdo en impulsar formas de vida menos materialistas, menos consumistas, menos productivistas-aunque en realidad el sistema ya no es realmente productivo, pero eso es otro tema-, en desarrollar tanto las relaciones sociales como el tiempo de reflexión y soledad necesario para meditar sobre la vida personal y sobre el entorno.

Sin embargo, la pretensión de que el decrecimiento va a implicar un avance, una mejora o, mejor dicho, una salida a la situación actual, se nos antoja, cuanto menos, muy ingenuo.

En realidad podemos decir que estamos en una etapa de decrecimiento, con un incremento paulatino pero claro de empobrecimiento, del paro y otros fenómenos sociales negativos. Y es evidente que ese decrecimiento, de momento económico, pero que de mantenerse o prolongarse mucho tiempo podría llegar a afectar a la tecnología que hoy nos parece inseparable de nuestras vidas-como los móviles, por ejemplo-, no está trayendo nada positivo, ni parece que de momento esté tampoco impulsando un cambio de mentalidad, de plantearse cómo lograr una sociedad alternativa, o, mejor dicho, qué bases teóricas y prácticas propugnar para ir saliendo del sistema..

Y es que el pensamiento decrecentista no pasa de ser un reflejo de la era actual, la era del triunfo absoluto por una parte del conformismo generalizado y por otra del pensamiento débil, de la creencia en que una o dos ideas simples van a remediar nuestros males. Se ha abandonado hace bastante la creencia en sistemas de pensamiento fuerte, elaborados, complejos, en parte, sí, por su fracaso, como el marxismo-si bien en realidad éste no pasaba de ser un análisis del capitalismo y sus crisis, siendo vago y ambiguo a la hora de plantear una alternativa seria- pero también por la destrucción del pensamiento creativo, constructivo y revolucionario favorecido por la combinación de sociedad de consumo y bienestar -ya decadente- con un sistema educativo y adoctrinador- televisión…- que nos ha convertido en seres que rehúyen la complejidad y que sólo creen en lo fácil, en lo que no suponga esfuerzo, en que otros nos saquen las castañas del fuego.

De ahí el éxito, relativo, de la idea decrecentista  y de la creencia naif de amplios sectores sociales de que cambiando la constitución, algunas leyes, las siglas políticas o la bandera de la nación-por la tricolor republicana- se saldrá, de manera milagrosa, de la crisis y la vida será diferente.

Más allá del crecimiento y el decrecimiento, lo que nosotros planteamos es construir una sociedad y una economía a escala humana, que favorezca que las personas puedan tomar las riendas de su vida junto con los otros, sin tener que delegar continuamente y dejar el interés general en manos de una casta dirigente política y económica que lo que hará será velar por sus intereses y expandir su campo de dominio todo lo que pueda, enarbolando el discurso patriótico y su bandera correspondiente-rojigualda, estelada, ikurriña…- cuando estime conveniente para pastorear a su ganado, o sea a la sociedad, haciendo recaer el peso de la deuda en los asalariados .

Lógicamente, una sociedad autónoma, o realmente democrática, requiere de valores diferentes si quiere tener éxito . Si priman el consumismo, el hedonismo, la pasividad, el ocio entendido como distraerse con banalidades, la búsqueda del bienestar material como lo central en la vida, no podrá reconstruirse otra civilización apegada a los valores humanos y a la libertad igual para todos y todas.

Por supuesto no defendemos la imposición de dichos valores, que tendrán que ser defendidos y aceptados lenta y democráticamente, sin coacción de ningún tipo, lo cual, cierto es, parece algo lejano, si es que se logra alguna vez.

Volviendo al decrecimiento es nuestra opinión que tal sistema sirve para un roto y un descosido, pudiendo ser aplicado, si llega el caso, por un tirano, por un nuevo movimiento político de corte autoritario.


Se habla, con mucha razón, de los límites del crecimiento, pero no son menos claros los límites del decrecimiento.


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