Un hombre atormentado, silencioso y violento sobrevive de conserje, arreglando desperfectos en varios bloques de una triste y fría ciudad, cuando recibe una noticia que le hace enfrentarse a su pasado.
Su hermano ha muerto, y debe hacerse cargo de su sobrino, un adolescente de 16 años. De vuelta a su localidad, una población marítima, revive su pasado, su vida, sus calles, sus barcos,sus amistades, su familia, su existencia, su espíritu, a la vez divertido e inconsciente hasta que una tragedia rompe su vida, haciéndole hundirse en las ciénagas de la desesperación, perseguido por el monstruo de la culpa, que le susurra al oído día y noche su responsabilidad, convirtiéndolo en un hombre que huye de sí mismo, encerrado en una lúgubre habitación, donde solo espera que la vida pase rápido ,para poder cerrar los ojos definitivamente.
Pese a su desconcierto, debe hacer frente a sus demonios, enfrentarse cara a cara a sus recuerdos, revivir todo. La película mezcla pasado y presente, puertas que se abren y que se cierran, la lucha entre la huída y el olvido, el perdonarse a sí mismo, o seguir hundido en la obscura celda de su vida.
Familias rotas, vidas cuarteadas por el dolor, por pérdidas antes de tiempo, bellos paisajes, miradas que lo dicen todo sin decir nada, gotas de humor, a veces negro, manos que se abren, y siempre la duda, de si agarrarlas o dejarlas escapar.
Manchester frente al mar es un drama, negro como una noche invernal, pero con algún pequeño rayo lunar iluminando mínimamente el terreno pedregoso y en cuesta por el que se mueven los principales protagonistas.
Una gran película, no apta para quienes busquen cine de evasión y sonrisa, el más necesario, reconozco, en estos lúgubres tiempos. Pero, qué se le va a hacer, servidor siempre ha tenido predilección por el cine melancólico, de perdedores y fracasados, de seres heridos y rotos en su interior.
Un reflejo de mi propia personalidad, sin más.
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