Los resultados de ayer en las elecciones andaluzas han supuesto la entrada con una fuerza inesperada de una opción de derecha nacionalpopulista, similar a otros países europeos e incluso de otras zonas del mundo.
Esto se inscribe en una fase general, con algunas excepciones, de crisis de las izquierdas, que han visto reducir mucho su peso electoral, llegando a caer en picado en varios países los antaño poderosos partidos socialistas. Parecía que en nuestro país un fenómeno así podría tardar más en producirse, debido al peso tomado por la izquierda populista, pero en algún texto en este blog y cuando andaba por las redes sociales, sostuve que era algo que podía darse, básicamente porque la opción demagógica novedosa por el ala izquierda, Podemos y sus confluencias o mareas, como toda opción de tal tipo no satisface las demandas sociales de sus esperanzados y autoengañados votantes. Eso sí, reconozco que no lo esperaba tan pronto y con tanta fuerza.
El parado sigue en paro y el precario sigue siendo precario. Lo que cambia, claro, es el tren de vida de sus dirigentes, que pasan a vivir en zonas y casas de lujo, lo que no pasa desapercibido las hasta entonces masas fanatizadas por el nuevo caudillismo, aquellas que en los primeros años de existencia de las siglas emergentes no toleraban críticas, cual fanáticos conversos a una nueva fe mesiánica, tras haber tragado años acríticamente el régimen partitocrático que de la noche a la mañana decían repudiar.
La creciente decepción en los sectores populares, se suma a un rechazo silencioso a los dogmas de la corrección política que tanto gustan a las izquierdas: el feminismo institucional y lo que podemos calificar de gaypitalismo- nada más materialista, hedonista y capitalista que el Día del Orgullo Gay- entre otros. Pero esta táctica de "pelotear" para lograr el voto a ciertos sectores sociales: el femenino y el homosexual, vuelve a chocar con la realidad .En una época de crisis del Capital, tanto las mujeres, como los gays y toda la población, sufren los estragos del paro y la precariedad sin distinción de género o tendencias sexuales.
De ahí que la inquisición políticamente correcta, y la política de las izquierdas posmodernas de hacer bandera para triunfar de la fragmentación social, como centrar su discurso en colectivos sexuales o de género, por ejemplo, no pueda tener largo recorrido en una época donde ya no hay bonanza, más allá de un sector, cada vez más reducido, de las clases medias y altas, sectores donde si la izquierda continua con su camino ciego, acabarán reducidas en poco tiempo.
Dejando un poco de lado las causas nacionales que evidentemente han influido en el ascenso de la derecha populista, como la táctica suicida de Sánchez de aliarse con quien sea para mantener el poder dos años-de haber convocado elecciones inmediatas habría triunfado-, es decir con los nacionalistas, enquistados en una postura de enfrentamiento; una mirada más amplia nos lleva a pensar que el descontento está haciendo mutar la demagogia populista de bando y color: del morado al verde de Vox.
La ambiguedad de Podemos respecto al tema nacional, su intento de sacar votos de todos lados, incluyendo electores nacionalistas, ha causado un abandono de parte de sus simpatizantes y votantes .Aquí el otro líder de la izquierda también ha fallado de plano: de haberse envuelto en la bandera de España sin problemas, podría haber visto realizarse su sueño del sorpasso tiempo atrás.
Esta suma de factores ha supuesto un vuelco y una posibilidad hoy por hoy no descabellada: la sustitución de Podemos por Vox. Alejados de Pablo Iglesias y su retórica simplista contra la casta, viendo que él es parte de ella, y además un tipo sumamente ambiguo, muchas personas pueden sentirse tentada por los cantos de sirena de la nueva ultraderecha, como ha sucedido en Francia y otros países.
El Estado nación, el patrioterismo, aparece como nueva ficción salvadora, como el bien, frente al malvado globalismo .Esta postura que manejan Vox y sus afines, es otro nuevo autoengaño. Quien explota, expolia y saquea son las fuerzas nacionales, fundamentalmente, es decir la clase dirigente del Estado nación. Aunque nacionalismo y patriotismo en teoría son diferentes, en la práctica son lo mismo: el atraco y la explotación con una bandera, unos sentimientos identitarios como excusa; como tinta de calamar con la que ocultar las mentiras, la rapiña.
Toda esta sucesión de desgracias sucede porque la meta y horizonte hoy y ayer-el ayer reciente-, es volver al consumo desaforado, a una vida de placeres, de sueldos elevados, es decir a un capitalismo rosado, de bienestar. Y prácticamente, obnubilados por tal cosmovsión burguesa, nadie quiere afrontar la dura realidad: el capitalismo se resquebraja, pero puesto que el Capital domina totalmente sobre el Trabajo, pese a la ficción de los partidos de izquierdas, los sindicatos de concertación, el Pacto Social y las elecciones sindicales, en su quiebra, para reflotarse y acumular nuevamente capital, los golpes recaerán todos sobre el mundo del trabajo.
Nada ganaremos manteniendo el sistema de partidos, mutando el populismo de un signo a otro .Sin despertar y buscar la verdad, nos seguirán aplastando, hasta el infinito y más allá.
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